
«A nadie se le ocurre poner una lavadora en el dormitorio»
En las pedanías tarifeñas del Almarchal y de la Zarzuela los vecinos conviven con las molestias de los parques eólicos
| TARIFA Actualizado: GuardarTodos quieren energías renovables, pero nadie las quiere en el patio de su casa. Hace cinco años, en las pedanías tarifeñas del Almarchal y La Zarzuela, surgió la polémica por la cercanía a unas viviendas de los aerogeneradores que componen los parques eólicos de la zona. Los colectivos vecinales, que protestaron cortando incluso carreteras para evitar la colocación de estos molinos, fueron tildados por el resto del grupo empresariales e incluso administraciones públicas como «una organización antieólica». Cinco años después han cesado las protestas, pero no así el malestar de los vecinos.
«Nosotros nunca hemos criticado que se colocaran los molinos, simplemente hemos pedido que no se pusieran tan cerca de nuestras casas», exponía el presidente de la asociación de vecinos de la Almarchal, José Serrano.
Los vecinos de estas zonas comentan que, después de un lustro, no han podido acostumbrarse a la compañía de estos generadores. «Lo peor es por la noche, que es cuando todo queda en silencio y es más molesto el ruido de las palas», aseguraba Beatriz Coto, cuyo domicilio en la Zarzuela está muy próximo a uno de los molinos.
Pero el ruido no es el único inconveniente con el que convive Coto, ya que afirma que otra de las molestias se produce por «la intermitencia de luz por el giro de las hélices, que en algunas ocasiones llega a ser mareante».
El Almarchal es otra de las pedanías que linda con varios parques eólicos, unos más modernos (con molinos gigantes) y otros con pequeños generadores cuya velocidad de las aspas duplica la anterior. Allí vive Isabel Díaz, que al ver cómo colocaban estos gigantes de hierro «sentí un gran shock y la mayoría de las tardes, mientras paseaba, me entraban ganas de llorar». La razón era que habían perturbado la tranquilidad que venía buscando Isabel desde Barcelona. «Los molinos hacen mucho ruido sobre todo cuando sopla el levante y todo queda en silencio como ocurre al anochecer. Cuando voy por los caminos estoy mirando constantemente para atrás creyendo que viene algún coche hasta que me doy cuenta que son los aerogeneradores. Unos molinos que perturban la paz de vez en cuando con unos chirridos semejantes a un fuerte frenazo y que siento desde mi casa», detalla.
Serrano asegura que «nosotros lo único que hemos solicitado es que se alejaran aún más de las poblaciones y que tuvieran algún tipo de beneficio para los municipios, ya que, hasta el momento, su colocación no ha repercutido en el desarrollo de las pedanías, tal y como prometieron en un principio».
Algunos vecinos en cambio, con el tiempo, se han acostumbrado a la imagen de los molinos bordeando las montañas e incluso al ruido que producen. Así lo explica Pilar Salazar: «Al principio resultaba complicado hacerse a la idea de que al mirar por la ventana o al salir por la puerta de tu casa fueras a ver estos molinos gigantescos, pero la verdad que ya nos hemos acostumbrado y no nos choca tanto como ocurría antes».
La otra cara la ofrece Nicolás Pelayo, que tiene una finca muy cercana a los molinos y asegura «que han devaluado el inmueble, pues ya no ofrecen por el terreno ni la mitad de lo que ofrecían antes». Además gestiona varias fincas que «antes estaban siempre alquiladas y desde que están los molinos no es así; por algo será».
Cese de negocio
El alemán Peter Mrotzek creó un pequeño hotel rural y una instalación equina en Vejer. Con la mala fortuna que en el mismo emplazamiento colocaron un parque eólico. Tras denunciarlo públicamente y quejarse del ruido que producían los aerogeneradores, al final se ha retirado. «Siempre chapurreaba en español para quejarse por los trastornos que le estaban produciendo los molinos», aseguraba Antonio Morillo, uno de los representantes de la plataforma Vejer Futuro. Mrotzek hace tiempo que vendió sus posesiones a «unos sevillanos que están haciendo reformas, aunque no se les ve mucho por aquí».Desde la plataforma, cuyo presidente es Francisco Altamirano, se solicita que los molinos no «repercutan en el futuro desarrollo turístico de la población y alejen su colocación a donde no moleste». «No estamos en contra de los molinos, una lavadora es necesaria en una casa y no se pone ni al lado del televisor ni en el dormitorio. Pedimos que no se vean ni que molesten. Es algo sencillo y no por ello somos menos amantes de la naturaleza. Se nos tachan de antieólicos y ésa no es la cuestión, es sólo tener lógica».