Miseria
Actualizado:S e habrá enterado usted de lo que pasó la otra noche en Sálvame, el programa de Jorge Javier Vázquez en Telecinco. La cosa es que el señor Kiko, ex Gran Hermano elevado a líder de opinión, padece una seria enfermedad, y la señora Marchante, ex casi todo, lo contó en su página de Internet con abundancia de colores gruesos: «La envidia visceral de uno que ya ha emprendido su particular viaje a Ítaca, en la barcaza del dueño del Averno». Así las cosas, apenas había comenzado el programa Sálvame de esta semana cuando Kiko y Karmele se enzarzaron en lo que Arangüena llamaría una «agria polémica»: que si «has hecho llorar a mi madre», que si «me has llamado moribundo», y la otra que si había empezado él, porque él la había insultado reiteradamente. Y en esas estábamos cuando, ¿quién dirá usted que saltó? Belén Esteban, sí, para que no falte de nada. Las hostilidades crecieron hasta que Kiko se retiró a un rincón, fuera de cámara, para llorar.
Después hubo un conato de paz, pero ya inviable. Hasta aquí, el rifirrafe. Pero en realidad la noticia no es el rifirrafe, sino la actitud de la propia cadena, que se apresuró a contar el suceso en su web y requirió su opinión a los protagonistas, para prolongar el bochorno. Todo ello bajo la cobertura de la indignación: «Telecinco.es condena las palabras de Karmele», titulaba la web. Y ahí nos referían las «declaraciones exclusivas» de Kiko: «Está loca. Me dijo ¿tú no tienes un blog para ponerme a parir? ¿Por qué tienes que hacerlo aquí? Y yo le contesté que yo digo las cosas a la cara, no como ella, y que si la veo aquí, pues aquí se lo digo. Entonces luego va y me insulta: sinvergüenza, arruinado, basta ya de dejarme en ridículo». Buena explotación del incidente. Digo yo que a eso lo llamarán «optimización de activos», o cualquiera de esos palabros que los desalmados con máster se inventan para maquillar el tráfico de cuerpos y almas. Al final, aquí el problema es que la falta de escrúpulos de nuestros capitostes televisivos ha convertido la pantalla en una pocilga moral. Pero, claro, eso no lo podemos decir, no sea que vayamos a herir alguien. Lo que hay que hacer es comentar todas estas cosas con el ánimo constructivo de quien examina lo bien que ha quedado el vertedero en el paisaje. Qué miseria.