Velas en la Bahía
Actualizado: GuardarLa iniciativa que el consejero de Obras Públicas, el sanluqueño Luis García Garrido, presentó esta semana para situar la Bahía de Cádiz como centro de turismo náutico, dado que es «el mejor campo de regatas del mundo», como dicen los que entienden de eso, ahonda en la vieja, querida y nunca bien implantada idea de lo metropolitano. Es difícil, inoperante y hasta absurdo, considerar por tramos de límites municipales una realidad tan compacta como ésta, la albertiana «bahía del ritmo y de la gracia», nuestro plácido mar interior que tanta historia acumula y tanta belleza prodiga cada día a quienes nos asomamos a sus márgenes. Hacer políticas sectoriales que tengan que detenerse a cada pueblo es tan absurdo como que el AVE pare en todas las estaciones que hay entre Jerez y Cádiz, sin ir más lejos. El usuario, ese turista que viene en su barco y al que hay que seducir, que buena falta nos hace, lo que quiere es que se le faciliten las cosas, con el mínimo de trámites posibles, y al mercado de la náutica se le puede presentar una oferta mucho más competitiva si se contempla unida, aunque diversificada para las distintas necesidades, calados, esloras, etc.
Parece increíble que con la larga historia marinera de esta zona, con la pujanza del turismo náutico, que está estudiada en los manuales de los clásicos, y la necesidad de crear nuevas vías de riqueza que tenemos, que también es de libro, aún no haya cuajado una industria en torno al mar y la vela.
Nunca es tarde, pues, incluso aunque hayamos visto languidecer año tras año, hasta casi veinte, las instalaciones de Puerto América, que Obras Públicas y la Empresa de Puertos de Andalucía han incluido en su proyecto, como no podía ser de otra manera, con la intención de convertirla en el centro de un proyecto de primer nivel. El hoy abandonado espacio portuario tendrá una mayor zona de abrigo y más atraques, destinados a los yates más grandes, y el esqueleto del edificio dejará de ser el símbolo de una frustración y del desentendimiento entre administraciones.
Todo son proyectos, por ahora, y habrá que seguir de cerca su cumplimiento, pero de momento parece superado el primer obstáculo: la posición municipal. Resulta asombrosa la prevención con que la Junta y la Autoridad Portuaria presentaban el plan en público, con la coletilla, más o menos textual, de «a ver qué dice Teófila» o sea, «a ver qué problemas pone para que esto que queremos se pueda llevar a cabo». Hasta el punto que el consejero pedía apoyo a los medios de comunicación para atenuar la previsible bronca, porque su intención, dijo, no era otra que construir, aportar, generar riqueza y tender la mano para terminar con una situación que la ciudad de Cádiz no puede seguir sin resolver, con su falta de suelo y con una efeméride tan importante como el Bicentenario en puertas. García Garrido, que es más un gestor curtido en la trastienda de muchos consejeros, acostumbrado a preparar los puntos que éstos se anotaran, lo que quiere es sacar trabajo adelante y se maneja incómodo en las situaciones de tensión política partidaria.
La respuesta de la alcaldesa, pese a este recelo, ha estado a la altura: estrecha la mano tendida y pide más, como debe ser. Un modelo de relación que debería acuñarse para siempre. Bien sabe ella que los éxitos, sea quien sea la administración que pague, siempre se los apuntan los alcaldes.
De modo que esperemos que con las velas vuelva a la Bahía vientos mejores.
lgonzalez@lavozdigital.es