La avenida que Jerez dedicó a don Germán
Con la concesión de hijo predilecto de ciudad, el Consistorio le dedicó una calle al genial músico Álvarez Beigbeder
| JEREZ Actualizado: GuardarEs la travesía que une la avenida de Trebujena con Tomás García Figueras. Es frecuentada por muchos vecinos que pasan y viven por un borde de la acera, donde están las Torretas del Polígono. Y, sin embargo, está semidesierta por el otro lado, donde el colegio de los Marianistas da la espalda. «Pero no vea cómo se pone esto cuando llega la hora de entrada o salida del colegio; aquí no cabe ni un alfiler», comenta un vecino que pasea tranquilamente por sus anchas aceras.
Estamos en la avenida Maestro Álvarez Beigbeder. Don Germán Álvarez Beigbeder, el genial músico jerezano, hijo predilecto de la ciudad con concesión de calle desde finales de los años cuarenta. A don Germán se deben piezas musicales de la calidad de Desamparo, Cristo de la Expiración, Al Pie de la Cruz o Mater Desolata. Son marchas que sonarán en estos días tras los palios jerezanos, obras sinfónicas que abarcan, musicalmente, mucho más de los patrones a los que debe responder una marcha de Semana Santa. Y destacar, hablando de la figura del músico jerezano, que no sólo compuso marchas para la Semana Mayor, sino que también creó sinfonías, pasodobles, obras para piano o marchas militares, ya que también dedicó gran parte de su vida a la dirección de bandas en la Infantería de Marina por distintos puntos de España. Fue fundador, en el año 1929, de la Banda Municipal de Música y primer director de la misma hasta su jubilación.
La figura de Germán Álvarez Beigbeder traspasó lo meramente humano y ahora podemos disfrutar de su música, y de su calle. Quizá no sea la avenida que más represente la figura del maestro, pero lo cierto es que es la calle que Jerez quiso darle a uno de sus hijos más adelantados y predilectos. Ahora, allí, hay cierto movimiento. Sobre todo de coches que no paran de subir y bajar. Una pareja de orientales está sentada en un banco y observan cómo juega su hijo, que corre entre los árboles. Una chica asoma la cabeza por la ventana de una de las torretas, habla por teléfono con alguien y tiene el semblante serio. Una señora va camino de la farmacia. Otros están esperando en la parada del autobús. Cada uno con su vida.
Reformas
Los altos bloques están de reforma. Vallados alrededor y con trabajadores que están rematando las paredes antes de pintar. Una de las torretas está ya lista. Se le ha colocado acerado nuevo e incluso también rampa para acceso a personas minusválidas. Es la torreta donde está el bar de Francisco José Torres. «Poco te puedo decir. Llevo sólo tres semanas con el bar abierto y tampoco soy de esta zona», comenta mientras prepara la máquina del café. Relata que viene de trabajar algunos años fuera de Jerez. «He estado en Marbella y en Lanzarote también. La cosa está fatal en todos los lados, así que mejor se está en casa», afirma. El bar está recién reformado. Buen ambiente y con muchos desayunos matinales. Por las tardes, algunas meriendas y cuando hay fútbol, la televisión encendida para que nadie se pierda el partido de la Liga.
Juan y Pili
Justo a la espalda del bar Torres Mezzo está la peluquería, que es el lugar con más solera de la avenida. Peluquería Juan y Pili. A Pili no la encontramos, pero a Juan sí. Estaba preparando a un cliente para darle un repasito. Estas fechas son propicias para descargar la cabellera un poco. «Pues ya ve, llevamos treinta años con la peluquería abierta», comenta con las tijeras en la mano. La peluquería llama la atención por la cantidad de fotos y carteles de Semana Santa que hay en las paredes. Especial mención al Cristo de la Salud de la parroquia de San Rafael. «Mi hijo es fundador de la asociación parroquial y, lógicamente, tenemos aquí muchas fotos del Cristo», aclara Juan. La peluquería de Juan y Pili, con servicio para señoras y caballeros, es un clásico de la zona del Polígono.
En la calle no ha cesado la actividad. Algunos pasean y otros se sientan en un banco de la avenida a ver pasar la vida. Salvador, vecino de la zona, comenta que «no es tan fiero el león como lo pintan. Aquí hay gente muy buena, lo que pasa es que el barrio tiene fama. El Polígono y todo el mundo se echa a temblar. Pero aquí todos somos gente trabajadora y honrada», dice.
Proseguimos charlando con el bueno de Salvador, que mira de un lado a otro de la avenida. «Esto lo conozco como nadie. Llevo aquí muchos años, desde los sesenta, y la verdad es que se vive bien, aunque problemillas hay en todos los lados», asevera.
Llegando al final de la avenida y casi en Tomás García Figueras, encontramos un negocio con aspecto de nuevo. A ver de qué nos enteramos. Ahí está Rocío, una de las dependientas que cada mañana está pendiente del pan. Es una panadería-pastelería. «Todo lo que producimos nosotros está en oferta del dos por uno», apunta. Merece la pena comprarse una carmela al precio que está. Y de camino nos regalan una. Así que nos paramos un momento. «Bueno, es un barrio como cualquier otro de Jerez. Yo no soy de aquí y llevamos siete meses abierto. No sé qué decirle. Hay de todo un poco, pero en líneas generales no está mal la cosa», comenta.
Una chica ha entrado y se pide un zumo de melocotón. Pregunta antes el precio y compra uno. El horno descansa hasta mañana porque la tarde da para poca venta. Una barrita por aquí para una cena y dos minis por allá para un vecino despistado. Y poco más.
La avenida maestro Álvarez Beigbeder. Su música no se adivina entre las anchas copas de los árboles que silban con el maldito viento de levante que sufrimos. Que suene su música para siempre. Y que lo haga más allá de las lindes y fronteras de esta avenida tan jerezana.