
Chapín pierde su magia
El Xerez suma su tercera jornada consecutiva sin vencer en su propio estadio El Zaragoza se llevó la victoria cuando estaba con un jugador menos
| JEREZ Actualizado: GuardarChapín ha perdido su mágico efecto, ha dejado de ser una fortaleza en la que sólo el Deportivo acumula victorias. Ya no da miedo por más que truene, por más que se tiña de azul y blanco. Su brillo ha desaparecido porque abajo, donde se libran las batallas, el Xerez ha bajado su potencial. La muestra, es que ayer acumuló su tercera jornada consecutiva sin lograr la victoria jugando como local, algo que nunca antes había pasado en esta brillante temporada para los xerecistas. Nunca antes la hinchada azulina había soportado tan largo desierto de triunfos y por ello no les queda otra que temer la aparición de fantasmas del pasado.
Lo más positivo de la tarde del sábado fue ver la reacción de una afición que aupó a los suyos hasta el empate, pero justo cuando parecía que el hechizo de Chapín aparecería, justo cuando Perico logró el tanto del empate y el Xerez se quedó con un jugador más sobre el rectángulo de juego por la expulsión de Ponzio, fue cuando apareció toda la presión de lograr un hecho histórico y derrumbó a unos jugadores que no supieron sentenciar a todo un Zaragoza. Los maños pegaron un tremendo zarpazo para bajar de la nube a un Deportivo que tendrá que ponerse el mono de trabajo y sufrir igual que el resto para dar el salto a la máxima categoría del fútbol nacional.
Cambios en el guión
El que libraron el Xerez y el Zaragoza fue un partido atascado por la tensión, con poco juego, escasas llegadas, contadas ocasiones, un duelo entre dos aspirantes con más miedo a perder que ilusión por ganar.
Esteban introdujo novedades en su once y retiró a Bergantiños a pesar de hacer un partido más que decente en el Estadio de Gran Canaria. Impulsado por la euforia del xerecismo y la obligación ofensiva del que juega como local, Esteban retiró al gallego de la alineación inicial para dar entrada a Abel. El medio centro estrenaba titularidad pero no dejó argumentos suficientes para conservarla. Y es que la sombra de Viqueira continúa siendo tan ancha como larga y ninguno de sus teóricos sustitutos ha logrado demostrar si hay vida más allá de Emilio.
Abel tardó en aparecer y mientras el sevillano se encontraba, al Zaragoza le daba para plantar sus galones en el terreno de juego de Chapín. Marcelino situó a Gabi y Ponzio en el centro del campo y el doble pivote del conjunto maño dominó el tiempo del encuentro durante gran parte del encuentro. De hecho, los zaragocistas pegaban y pegaban -con acertados acercamientos de Gabi, Jorge López, Ponzio y la velocidad de Ewerthon-, mientras que el Deportivo sufría. Padecía tanto en defensa como en ataque.
Ese dominio se hizo material en forma de gol en un saque de esquina en el que ni Chema ni el resto de sus compañeros hicieron lo que debían para impedir el tanto del Zaragoza. Caffa colgó el esférico al segundo palo y allí la estirada de Chema llegó demasiado justa. Tanto, que al de Orihuela se le escapó la bola tras un leve contacto con Jorge López. El balón quedó muerto y el zaragocista metió lo justo la puntita para celebrar el primer tanto de la tarde ante los reclamos del xerecismo.
Hasta el cuarenta y cinco de la primera mitad, pocos cambios en el transcurso de la película, pues los de Marcelino continuaban dominando, llegando y creando peligro en la puerta de un Chema que no tuvo la mejor de sus tardes.
Otra vez el Deportivo recurría a la heroica, a la machada tras el descanso y a un inicio de la segunda parte fulgurante en el que lograría su objetivo antes de que el crono llegara al minuto diez. Con más empuje que calidad, Pedro Ríos conseguía el empate, tras varios rechaces de Doblas y con un disparo que entró ajustado al palo.
Poca fuerza
El impulso xerecista llegaba a su punto álgido cuando, sólo un minuto después del gol de Pedro Ríos, el Zaragoza se quedaba con un jugador menos por la expulsión de Ponzio, quien vio la segunda cartulina amarilla. Esteban no quiso dejar pasar el momento e introdujo en la batalla su elemento más revolucionario. Brian Currito Sarmiento saltaba al terreno de juego en lugar de Momo, pero lo hacía con el inconveniente de tener que arrancar desde la banda que dejaba libre el canario, puesto en el que el argentino no rinde especialmente bien. Brian, crecido tras su última actuación en Las Palmas, intentaba, sin éxito, el uno contra uno muy lejos del área. Siempre o siempre la perdía y nunca o nunca levantaba la cabeza para ver la desesperación de un Mendoza que trataba de apoyarle.
Antoñito dejó el partido sin salir de su lámpara, al igual que un Pedro Ríos que no termina de ser el que era. El jerezano fue de lo más destacado de un ataque que ha perdido chispa y que no es capaz de reencontrar aquel juego que maravilló a la categoría de plata. Las defensas rocosas están sacando mucho partido de Chapín y Marcelino es un gran estratega en situaciones extremas. El asturiano cambió el dibujo tras la expulsión de Ponzio, dejó a Arizmendi como único punta y exprimió a sus jugadores de banda para que aportaran tanto en defensa como en ataque. El mejor ejemplo fue el de un Jorge López que tuvo fuerzas para presionar en la zona ancha y llegar al ataque con las ideas suficientemente claras como para batir por bajo a un Chema que encajó el segundo del riojano.
El tanto de la victoria de los zaragocistas llegaba a falta de siete minutos para el final, pero los xerecistas no fueron capaces de reponerse a pesar de la importancia que todavía podía tener el punto que les hubiera dado un hipotético empate que nunca llegó, pues por no aparecer no lo hicieron ni las ocasiones en la puerta de un Toni Doblas que, a pesar de la parafernalia del encuentro, pasó una tarde sin demasiado trabajo. Y es que los últimos resultados están demostrando que el Xerez se encuentra más cómodo lejos de Chapín, a donde los rivales llegan con la lección bien aprendida y con un plus de motivación que está derrumbando la fortificación azulina. Pese a todo, el psicólogo de veleño continúa con su discurso y a cada derrota le suma un punto más de convicción. «Estaremos entre los tres primeros». Dios le escuche.
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