EN LA CURVA. Cándida Moya, frente a su casa, situada en una peligrosa curva de la N-340. / V. L.
Ciudadanos

«Casi me atropellan siete veces, estoy viva de milagro»

Cándida Moya vive junto a una de las curvas más peligrosas de la N-340, donde ha visto decenas de accidentes

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Cándida Moya tiene 86 años y recuerda los tiempos en los que por la actual carretera N-340 -a su paso por Vejer- «sólo pasaban burros». Ella regentaba una venta (el ventorrillo de Benítez) y «hacía perolás al lado de la carretera» sin miedo a ser atropellada.

Pero de aquello hace muchos años. Hoy, coches, motos y camiones pasan volando junto a aquella antigua venta, que sigue siendo el hogar de Cándida situada en el kilómetro 37,5 de la N-340, en el peralte de una peligrosa curva donde casi todas las semanas se estrella algún vehículo. El arco es tan cerrado que la propia inercia escupen a los conductores hacia fuera, aunque cumplan el límite de velocidad de 70 kilómetros por hora. La fuerza los despide, además, justo hacia la casa de Cándida.

«Casi me atropellan siete veces, estoy viva de milagro», afirma como si nada, esta mujer que goza de una paciencia increíble. Cualquier otra persona habría puesto pies en polvorosa.

Su casa ha sido golpeada varias veces por coches y hasta camiones que se han metido literalmente hasta la cocina, estando ella dentro. Recuerda especialmente uno ocurrido en 1992, «cuando la Expo; estaba cocinando y oí un golpe tremendo. La pared empezó a moverse hacia mí, así que salí corriendo y me salvé»: un camión de telas había volcado sobre la cocina, explica mientras muestra la foto de la cocina derruida. Las guarda todas bien fechadas.

Y muestra otra: «Esta foto es de 2005, cuando un Mercedes se empotró a las tres de la mañana contra una esquina», rememora la nuera de Cándida, que vive con su marido en otra casa pegada a ella. «Muertes nunca hemos tenido, pero un fin de semana hubo cinco accidentes».

Desde hace dos años duermen más tranquilas porque el Ayuntamiento de Vejer les colocó una valla de protección pegada a la casa, rodeando la curva, y esparció antideslizante en la calzada. «Ahora los coches se rozan y ni siquiera se paran».