LORENZO CHERBUY PINTOR

«Se trabaja mejor en el olvido»

El Ateneo acoge hoy una conferencia sobre el pintor gaditano Lorenzo Cherbuy, que acumula un sinfín de obras y sigue siendo un desconocido para la provincia

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La objetividad es uno de los pilares que sustentan el periodismo, pero como bien ha podido darse cuenta el lector, en esta ocasión me voy a saltar tal principio porque me toca escribir de un familiar. Se trata de mi abuelo, Lorenzo Cherbuy, pintor entre otras muchas cosas. Aunque la conferencia que dan hoy en el Ateneo de Cádiz tiene que ver con lo primero. A él le debo algo más que un apellido poco común para los demás, pues fue el que me aficionó a la lectura sin cansarse de prestarme libros (algunos aún no se los he devuelto), lo que despertó mi vocación periodística. Ahora tengo la oportunidad de agradecérselo de forma pública exponiendo en estas líneas su aportación al mundo del arte, conocida por un pequeño y selecto círculo y en exposición permanente en las paredes de los domicilios de sus hijos e incluso nietos.

-Abuelo, ¿cuándo se despertó en ti la necesidad de pintar?

-Pues mi andadura artística se inicia con el grupo Platero en el que estaban entre otros Serafín Pro, Fernando Quiñones o Pilar Paz. Esto sería en torno al año 1948 y por entonces no practicaba la pintura como forma de vida.

-Pues yo no te imagino sin un pincel en las manos y tus tablillas desperdigadas por el cuarto.

-Bueno, yo he hecho muchas cosas. He trabajado en el muelle cargando pescado y en aquella época trabajaba como planchador. Pero, fue a raíz de conocer a estas personas cuando se despertaron mis ambiciones en el aspecto artístico y creí que podía vivir de la pintura. El problema era que no sabía pintar.

-Pues sí que se trataba de un gran problema, ¿y ya lo has resuelto?

-La verdad es que no, ya que ahora tampoco sé pintar. Por eso tuve que inventarme una forma en la que pudiera expresar lo que bullía en mi cabeza, así surgió lo que llamo la otra cosa que no se trata más que de usar los mismos materiales de los demás para hacer algo totalmente distinto con composición de policuadros. Me encerré como un alquimista para utilizar los materiales a mi manera hasta dar con ese estilo.

-Entonces encauzaste tu vida en torno al mundo del arte y comenzaste a hacer estos cuadros tan peculiares.

-En primer lugar, fui escenógrafo del grupo Gris Pequeño Teatro de Cádiz, que dirigieron Luis Balaguer y Mario Barasona, e incluso diseñé el vestuario de alguna que otra obra. Entre algunas representaciones destacaron Los intereses creados de Benavente, Don Juan de Moliere y El delantero centro murió al amanecer, de Cuzzani. Don Durados de Gil Vicente y El Recovero de Ucles de Soto Vergés lo interpretamos en el Teatro de Bellas Artes de Madrid. Te hablo más o menos del 62. Poco después de estas representaciones estuvimos en Arcos y Jean Cocteau nos felicitó y nos dio un autógrafo a cada uno, y aún guardo el mío. Lo que no sé es por qué nos felicitó, pues no entendía el español, se fundió en varias ocasiones la luz y encima unas monjas no dejaron de tocar las campanas durante toda la actuación, pero por lo visto al hombre le gustó.

-Pero, ¿tú no trabajaste también en algo de aeronáutica?

-Sí, fue después de lo que te estoy contando.

-¿Tú cuántos años tienes?

-Yo tengo ahora 88, así que me ha dado tiempo a hacer muchas cosas. Como ser chupatinta en las construcciones aeronáuticas aunque hacía trabajos artísticos de vez en cuando. La Diputación me pagaba por hacer cartelería. Pero no estaba contento y ganaba poco. Así que un día en vez de ir para comer a casa tiré para Madrid. Allí me ayudaron mis amigos de Platero pero fracasé y no duré ni un año. Pinté escenografías para La Zarzuela y creo que es uno de los escenarios más grandes.

-Así que volviste a tu pequeña casa, con tu numerosa familia y tu minúsculo cuarto de trabajo.

-Me alegro de haber criado a ocho ciudadanos y seis ciudadanas responsables. Lo que he hecho ha sido para sacarlos adelante. En esto me ayudaron mucho los decoradores. Gente como José Antonio Villegas o Bermúdez. Ahora, trabajar para ellos era arduo pues en 15 días tenía que montar a lo mejor un mural de grandes dimensiones. Tenía que imaginarlo, pensarlo y hacerlo en ese tiempo. En una ocasión uno me echó una gran bronca porque decía que mi mural era mejor que la distribución que había diseñado. Mis murales están repartidos por hoteles, cajas de ahorro y empresas. Hay muchas obras mías repartidas por ahí y cuando me las enseñan para mí son nuevas porque ya ni me acuerdo.

-Eso es cierto porque cuando digo mi apellido siempre me preguntan si tengo un familiar que pinta porque han visto un cuadro tuyo en algún lugar, hasta en el parking de Canalejas. Sin embargo, no hay obras tuyas en los museos.

-Ni quiero. Me han preguntado en ocasiones por qué no estoy en el museo de Arte Contemporáneo de Cádiz y la razón es porque para mí lo que no se mueve está muerto. Además, lo contemporáneo no lo entiendo por fecha sino por afinidad, y mi obra tiene más en común con el hombre de Altamira. Tampoco quiero estar en el Bellas Artes. A parte no comprendo algunas cosas como que lo de la Tía Norica comparta espacio con pintores como Murillo, pero la nostalgia hace mucho.

-Pero tú también hiciste marionetas.

-Sí, precisamente una versión de la Tía Norica para Carlos Aladro. Además de otra de la Pájara Pinta de Alberti. Yo he hecho de todo: terracota, murales, grabados, dibujos. Hice un busto de Fermín Salvochea, otro de Rodríguez de la Fuente en el Parque Genovés y hasta una virgen y un grupo de marineros para la Iglesia de Santa María de Rota.

-Dime cuántas obras hay tuyas.

-Eso es imposible. No sé cuántas obras habré hecho. Sí te puedo decir que mi primera exposición individual fue en Cádiz en el 57 en el Hotel Playa. También he expuesto en Diputación y en el Ateneo, en Madrid, Zaragoza...

-Muchas exposiciones, muchos cuadros y nadie te conoce.

-Porque no busco la posteridad. Pinto porque me gusta y lo único que he conseguido es salir adelante haciendo precisamente lo que me gusta. También me ayuda a sostener esta lucha con la vejez. Pero, bueno, algo me conocen porque hay quien opina que soy un maestro y uno de los grandes artistas del siglo XX, al menos en la provincia. Dicen que me están resucitando y no sabía que estaba muerto.

-Te voy a ser sincero. Yo no veo que tú seas un gran maestro. Te veo con tus auriculares, tus pinceles, en chándal y sentado en tu silla detrás de un gran panel. ¿Eres un gran maestro?

-Exageran, yo no soy un gran maestro. Tampoco los tuve. Aprendí solo y experimenté solo. Fui totalmente autodidacta y no sé qué pueden aprender de mí. Además, se trabaja mejor desde el olvido.

-Entonces, ¿te da igual lo que digan de ti?

-No y aquel que exponga algo a alguien y diga que no le importa lo que piensen miente. Por eso prefiero el olvido, porque se está más tranquilo.