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ANÁLISIS

Nada irreparable

ENRIQUE VÁZQUEZ
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S i alguien creía que, por sentido de Estado, la oposición checa se abstendría de derribar al Gobierno liberalconservador mientras el país ostentara la presidencial semestral europea, se equivocaba: la convergencia táctica de socialistas y comunistas, más un grupo de extraviados que incluye a cuatro diputados oficialistas, ha hecho triunfar la moción de censura que ha acabado con el Ejecutivo del primer ministro Mirek Topolanek, líder del conservador Partido Democrático Cívico. Esto no significa que tiemblen los cimientos de la Unión Europea, ni siquiera que el Gobierno ahora en funciones deje de atender sus obligaciones. Pero sí indica que el ajuste de cuentas en Praga -como ocurre, por cierto, en otras latitudes- no ha sopesado prioritariamente el peso de sus decisiones sobre la política europea. Topolanek y el propio presidente, Vaclav Klaus, no habrían procedido de modo distinto de haber estado en la oposición.

Klaus es un conocido euroescéptico (Chequia no ha ratificado el Tratado de Lisboa) y Topolanek está deseando probablemente que termine su semestre. Antes, a primeros de abril, tendrá que recibir en Praga al presidente Obama (cuya política económica lleva a la ruina, según él) para la crucial cumbre UE-Estados Unidos que debe relanzar las relaciones trasatlánticas tras los ocho años de Bush. Pero el semestre terminará y el oficio de todos hará lo necesario para que nada sea irreparable.

Otra cosa es la percepción que se tiene en el Oeste de Europa de las crisis económicas y sociales en varios países de la UE, antes democracias populares ex soviéticas -sobre todo Hungría y Rumanía- que piden y obtienen hasta cierto punto respaldo económico y político desde Bruselas. Algunos observadores creen ver en lo que sucede una confirmación del diagnóstico que insiste en subrayar el error que fue la rápida ampliación de la Unión de Quince a Veintisiete, la cual debió realizarse de manera más lenta y segura y menos al dictado de consideraciones geopolíticas y estratégicas inspiradas por la rivalidad con la Federación Rusa.

Pero la sangre no llegará al río. Y, en todo caso, se excluye la tentación de que, más allá de algún eco entre los partidos comunistas, pequeños cuando no reconvertidos a una socialdemocracia prooccidental, alguien se acuerde para bien de los buenos y viejos tiempos con Moscú. Eso pasó y pasó del todo: la UE es la nueva fe de las sociedades del Este de Europa.