DESPACHO. Bejarano pertenece a la tercera generación de almaceneros. / LA VOZ
Jerez

Calidad con encanto

El ultramarino de Cristóbal Bejarano está situado en la calle Unión y es un lugar donde se compra y que transporta a cien años atrás

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Cristóbal Bejarano está abriendo su tienda. «Las ventas no están muy boyantes. Si antes se vendía por kilos ahora el personal viene y se lleva un cuarto», asegura. Su tienda tiene encanto. Es más, merece la pena comprar en su almacén de ultramarino por el simple hecho de disfrutar de la tienda. Forma parte de esos comercios encantadores que desde primeros del siglo XX están en pie, ofreciendo los mejores productos a sus clientes.

Cristóbal se siente orgulloso cuando habla de su padre y de su abuelo. Fue éste quien inauguró la dinastía de almaceneros. Y también transmitir el oficio del despacho. Esa labor de ofrecer con gusto un cuarto de tomillo o un puñado de matalauva que huele a anís puro. Los viejos libros de historia de la provincia ya mencionan al negocio del abuelo Cristóbal; y lo nombran como el más antiguo de la ciudad. Mientras lo cuenta, Cristóbal echa pecho y presume.

Productos de calidad

Pero también aprovecha, ya que el periódico ha llamado a su puerta, para mostrar sus géneros. «Aquí no trabajamos la miseria. De lo que haya, siempre lo mejor», afirma. A saber, las alubias del Barco de Ávila, los garbanzos de la Bañeza, las chacinas de Guijüelo, el pimentón de la Vera, la canela de la antigua Ceilán. «En la calidad radica la distinción del negocio», añade.

Y las legumbres a granel, metidas en viejas sacas blancas, con ese sabor antiguo; una estampa que ha desaparecido en la actualidad. ¿Cómo van a ser igual los garbanzos de Cristóbal a los que se venden en cualquier sitio que vienen de México?

Además de alimentación, de ultramarinos y de mil géneros entre chacinas, pucheros y pimientos choriceros, así como las especies más estimadas, el viejo almacén de Cristóbal también tiene cositas encantadoras como cerámica, botijos de Lebrija, canastos de mimbre artesanales y también cachiporras para ayudarse a andar. Lo dicho, la tienda de Cristóbal Bejarano merece la pena. Comprar en ella es entrar en el pasado para llevarse los mejores productos que se crían en cada rincón de la geografía española. Y todo con sabor a Jerez.