MAR ADENTRO

Los comportamientos inadecuados de rafael marchante

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No hay nada más peligroso que un ojo público. Quizá por ello mi llorado Juman iba dando afables y recordados besos por las calles de Cádiz, para que nada parecido al poder viese en él a un adversario. Su paisano y colega Rafael Marchante tendría que ponerse a ello en el Marruecos de hoy, cuando las autoridades pretenden expulsarlo porque sus imágenes valen tanto como las mil palabras que escribiera con él Ilya Topper en un reportaje publicado en Interviú.

Se trataba de una información en torno a algo tan pintoresco como el caso de un santón con supuestos poderes para curar los problemas psíquicos que pretende desenganchar a los jóvenes de la droga. Algo así como un cruce entre el Palmar de Troya y el Patriarca, a este lado del Estrecho. «Comportamientos inadecuados», es la expresión que ha utilizado el burócrata de turno para darle a Rafa con la puerta en las narices. Al menos, esa es la excusa que Rabat le ha dado para no renovarle el permiso correspondiente a fin de que pueda seguir trabajando allí como fotoperiodista de la agencia Reuters.

No es la primera vez que el reportero gaditano tiene problemas con el majzén marroquí: no hace mucho incluso le mangaron el equipo fotográfico, valorado en 6.000 euros y si te vi no me acuerdo. También le han dado para el pelo las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado, que le han breado casi tanto como los Mossos d´esquadra de Barcelona a los foteros que retrataban la manifa contra Bolonia. Al menos en cuatro ocasiones, tan sólo durante 2008, a Marchante le han calentado la cara por retratar las movilizaciones de aquellos que reclaman que las reformas vayan más de prisa en Marruecos de lo que parece querer el poder local.

La suya es una expulsión velada porque en Marruecos no existen las expulsiones. Se le cancela el permiso y si te vi no me acuerdo. El año pasado, el cavernícola ministerio de Comunicación de Marruecos ya intentó otro tanto dos compañeras Carla Fibla de la SER y Beatriz Mesa de la COPE, hasta el punto de que hizo falta la intermediación de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Marchante lo mismo tiene que recurrir al santón de marras para que le haga un milagrito.

Premio Andalucía de Periodismo, un propio ha llegado incluso a acusarle de informar al gobierno de Estados Unidos, cuando se supone que Marruecos es un aliado primordial de Washington y Rafa Marchante creció leyendo pintadas de yankees go home frente a la base de Rota. La agencia británica Reuters, para la que trabaja, recibió una carta en la que se le informaba de que su acreditación no iba a ser renovada por «sus comportamientos profesionales no conformes a la legislación vigente». Eso sí, el Gobierno de Rabat le brindó la oportunidad de acreditar a otro reportero que «respete las normas del país y la deontología de la profesión». Desde Londres, la Agencia ha dicho que nones y ha enviado una queja. La embajada española, por fin, también lo hizo.

Sin embargo, suena bien eso de los comportamientos. Como si le hubieran pillado encamado con un camello o entrando con unas Nike en la Gran Mezquita de Casablanca. Quizá la cámara de Rafael Marchante sea pornográfica porque deja al desnudo la realidad de una nación a la que muchos queremos pero también deja en carne viva a una burda manera de ejercer la política, que muchos detestamos, allí y en donde sea. En Rabat, visto lo visto, no está de moda sonreírle al pajarito.