Opinion

Socio primordial

La visita realizada por los Príncipes de Asturias a Nueva York al frente de una importante delegación empresarial refleja la preponderancia que la política exterior española y la Casa Real conceden a nuestras relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos. Pero también pone al descubierto la persistencia de antiguos estereotipos que impiden el reconocimiento económico y cultural de la España moderna por parte de la sociedad norteamericana. La importancia y el dinamismo del mercado estadounidense, la proyección multipolar que generan sus inversiones y el intercambio con que sigue siendo la economía más potente del planeta son argumentos suficientes como para concertar el esfuerzo de nuestras compañías en el empeño de ampliar su campo de acción en el país, aún lejos de hacer alcanzado un nivel óptimo. Porque pese a que las exportaciones han crecido un 80% en la última década y las inversiones españolas en EE UU ya superan los 50.000 millones de dólares, el flujo comercial entre ambos todavía no se encuentra a la altura que correspondería a España en tanto octava potencia económica del mundo. En los últimos años, la creciente presencia de la lengua española en la sociedad norteamericana ha abierto también un excepcional terreno de oportunidades empresariales en un mercado especialmente prometedor para los intercambios culturales, la industria del libro y los contenidos informativos y de ocio que no se debería desaprovechar.

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Este necesario impulso a la cooperación económica no puede ser ajeno al papel crucial de la fluidez en las relaciones diplomáticas. Esa certeza exige no supeditar a intereses partidistas la alianza de dos países, amigos y aliados, e impulsar la colaboración mutua como prioridad constante, más allá de la coyuntura política o de quien ocupe la Casa Blanca o la Moncloa. Al margen de la primera discrepancia surgida en torno a la retirada de las tropas de Kosovo, la diplomacia española tiene ahora la oportunidad de abrir una nueva etapa con la Administración Obama favoreciendo un nuevo clima de entendimiento como socio leal y activo en todos los compromisos bilaterales y multilaterales que puedan surgir del acuerdo y la cooperación. Compromisos que, como en el caso del eventual apoyo en la guerra de Afganistán, el cierre de Guantánamo o la pacificación de Oriente Próximo, exigirán un notable despliegue de esfuerzos políticos, militares y económicos.