La mujer del César

Julio César montó en cólera con su esposa Pompeya a cuenta de que un tal Publio Clodio Pulcro, patricio por más señas, se coló en una fiesta con la intención de seducirla.

«No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo», argumentó Julio. En un país como el nuestro donde esgrimir las buenas formas como motivo de alabanza parece siempre fuera de lugar, donde la estética con mayúsculas está tristemente pasada de moda y donde da igual que te pillen con las manos en la masa porque el 'guay' es el que tiene la cara más de piedra, al menos en Jerez se ha puesto pie en pared.

Un poco. Joaquín Bilbao puede hacer lo que le apetezca en su tiempo libre, incluso pasar noches en el calabozo. Puede como persona anónima, pero no como presidente de un club de fútbol. Ser la cara pública de una entidad que arrastra miles de almas encierra unas obligaciones.

Imaginen por un momento lo que puede soltar por esa boquita cualquiera de las bienhabladas aficiones que adornan los estadios españoles con un tipo en el palco que está relacionado con un asunto de burdeles y tiroteos...

Si el juez Garzón saca tiempo entre sus múltiples viajes, o algún otro colega suyo, que decida si Bilbao es o no culpable de cargo alguno (por cierto, ¿qué pasará con el chófer...?), pero que lo decida lejos del Xerez.

La única buena noticia de todo este lío es la dimisión. No cabía otra. PD: con la llegada de Carlos Osma van tres presidentes en lo que llevamos de temporada y el equipo sigue líder. La realidad deportiva azulina está tan por encima de la institucional que la cosa asusta.