El campo se queda sin hierba
Manuel y Joaquín tienen su propio puesto, junto a la Plaza de Abastos, donden venden las mejores tagarninas y cardos de la tierra
Actualizado: GuardarManuel y Joaquín se hacen la competencia. «De vez en cuando nos echamos el mal de ojo», comenta Manuel. Joaquín está pendiente de su puesto y Manuel sonríe. Están en la esquina de la avenida del Mosto con la de la Soleá. Allí están plantados, con sus tagarninas y sus cardos silvestres traídos directamente desde el verde campo.
No van aparcería. Aquí, cada uno defiende su propio negocio. Son los clientes los que eligen. Nos detenemos ante estos dos jerezanos porque la temporada de las tagarninas está a punto de finalizar. «Ya queda poco. En este mes de marzo se saca lo que queda. Y ya, hasta el próximo mes de diciembre que vuelven a salir», comenta Joaquín.
No crean que la facilidad reina en el noble oficio del buitreo de tagarninas. Algunas veces hasta hay que jugarse el tipo. Nos referimos a esos bellos ejemplares que hay en los verdes prados donde pastan los cuatreños de una ganadería de lidia y el tagarnidero tiene que jugarse el tipo. Joaquín lo tiene claro. «Yo si hay bichos no entro en el cerrado ni muerto. Porque a mí me da mucho miedo de todo lo que embiste», sentencia con gracia.
A comer
Manuel, en cambio, piensa menos en su integridad física. «Algunas veces he entrado en algún cerrado con vacas bravas. Claro como te ven con el cerón, se creen que has ido a echárles de comer. Total que cuando vienes a darte cuenta las tienes encima tuya y uno lo que hace es correr como un loco», nos explica. En cualquier caso, nuestros particulares tagarnideros no han tenido que tomar el olivo en la vida.
Y posiblemente porque «donde hay ganado pastando no merece la pena coger cardos ni tagarninas. Los animales pisan, defecan y, además, el mismo vaho cuando comen quema la hierba. Así que nosotros vamos a zonas tranquilas y de paz», asevera Joaquín.
Pues poco queda para hacerse un potaje de cardos o un revuelto de tagarninas. Con los calores, las hierbas se marchitarán y nuestras comidas tendrán que prescindir de un ingrediente que da salero y gusto a nuestra gastronomía más autóctona.