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A Bilbao muerto, Osma puesto

No entro a valorar el lamentable episodio que ha desembocado en la dimisión fulminante de Joaquín Bilbao como presidente del Xerez. Para algo están la Justicia y los jueces, que eso de los juicios paralelos no va conmigo. En cambio, sí recordaré las veces que desde estas mismas líneas advertí al ya ex presidente que el cabeza visible de un club, como la mujer del César, no sólo debe serlo, sino parecerlo. De la misma forma que el que hablaba alegremente de fútbol, de renovaciones o de relaciones institucionales no era un simple aficionado, sino el presidente del Xerez; en el turbio asunto del tiroteo a un pub no estaba inmerso Joaquín Bilbao solo, sino el mandatario del equipo líder de Segunda. De lo contrario, la noticia no hubiera corrido como la pólvora por radios, televisiones, periódicos de papel y digitales, y se hubiera quedado en un simple breve de sucesos en el ámbito local.

EUGENIO CAMACHO elblogdeeugeniocamacho. blogspot.com
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Sin entrar, insisto, en valorar la culpabilidad o no de nadie, lo que es irreparable es la mala imagen que ha vuelto a proyectarse del Xerez, por lo que la dimisión de Bilbao está más justificaba y no tenía vuelta de hoja. A partir de ahora, se abre una nueva etapa con Carlos Osma en la presidencia. Por muy ilusionado que esté, no hay que perder de vista que ese sillón sólo ha traido disgustos a sus últimos ocupantes, unas veces con más merecimiento que otras.

Lo que es un motivo de celebración es que un ex jugador, canterano para mayor alegría, llegue a ser presidente del Xerez, un puesto reservado en los últimos tiempos casi en exclusividad a empresarios de dudosa honorabilidad, lucradores y especuladores insensibles con un escudo y unos colores casi sagrados para muchos. La tarea que le queda por delante al bueno de Carlos Osma no es fácil.

Por delante tiene retos como el saneamiento económico de las arcas, el nuevo convenio con el Ayuntamiento, la ciudad deportiva... A partir de ahora, cada movimiento será observado con lupa y cada decisión tendrá la repercusión propia de los presidentes de los grandes clubes. Al final, toda irritación, toda noche en vela, todo desengaño serán bien recompensados con la alegría de un ascenso a Primera. Que así sea.