ARREPENTIDO. Josef Fritzl, rodeado de policías a su llegada al tribunal de Sankt Pölten, muestra su rostro a las cámaras. / EFE
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Fritzl admite su culpa y pide perdón

El 'monstruo de Amstetteen' acepta incluso el cargo por asesinato tras escuchar y observar el testimonio de la hija a la que esclavizó

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Sin amigos, sin familia, considerado por sus compatriotas austriacos como un monstruo y condenado por el veredicto popular de todo el planeta, Josef Fritzl sucumbió ayer a la más dura evidencia que presentó la Fiscalía en su contra el martes: el testimonio grabado y la presencia física en la sala de su hija Elisabeth, a la que encerró y violó durante 24 años. El electricista jubilado se derrumbó ante las evidencias en su contra y se declaró culpable de todos los cargos que se le imputan, incluido el de homicidio por omisión y esclavitud.

En un giro inesperado que asombró a la propia acusación, a la juez e incluso a su abogado defensor, Fritzl, de forma tranquila, reconoció su culpabilidad y pidió perdón por lo que calificó como su «comportamiento enfermo». El lunes, el monstruo de Amstetten, siguiendo las instrucciones de su letrado, sólo admitió, de forma parcial, el delito de violación.

«¿Qué le hizo cambiar de opinión?», quiso saber la jefa del tribunal, Andrea Hummer, después de escuchar la autoinculpación del acusado. «El testimonio grabado de mi hija Elisabeth», respondió con voz áspera. Su abogado, Rudolf Mayer, que no estaba al corriente de la decisión adoptada por su cliente, dijo que Fritzl había solicitado ayuda psiquiátrica después de la sesión del martes.

«Le tiene que haber golpeado de forma terrible», dijo Mayer al referirse al impacto que pudo tener el testimonio de Elisabeth en su padre. ¿O fue la presencia de su hija en la sala, lo que acabó con la resistencia del monstruo y le hizo recapacitar para mostrar al mundo un gesto de arrepentimiento?

Así como la decisión de Fritzl de declararse culpable de todos los cargos que se le imputan -deja vía libre al jurado para condenarle a cadena perpetua- cambió radicalmente el rumbo del proceso, la primicia periodística del rotativo Kurier puede ayudar a explicar la tortura mental que sufrió después de que finalizara la proyección del testimonio de su hija y que le convenció de que había llegado la hora de admitir públicamente sus pecados.

El periódico anunció ayer en su edición electrónica que Elisabeth había estado presente durante toda la sesión del martes, un aspecto que reveló su férrea voluntad de obtener justicia, pero también un gesto valiente que demostró que la mujer está decidida a buscar un camino que le devuelva la normalidad perdida. Según Kurier, la principal víctima de tan horrendo crimen, que ha vivido con sus hijos protegida en un hospital mientras dura el juicio, llegó al edificio del tribunal de Sankt Pölten amparada en la madrugada y acompañada por un comando especial de la Policía. «Fue su propia decisión. En la sala siguió la proyección de su testimonio grabado y observó como su padre reaccionaba», escribió el rotativo.

La presencia de Elisabeth no fue confirmada por el portavoz de la corte, Franz Cutka, pero el funcionario tampoco desmintió la información. «Sólo puedo decir que hoy (por ayer) no ha estado presente en la sala», añadió Cutka durante la rueda de prensa en la que todo el mundo quería corroborar la posible presencia de la mujer, que ahora cuenta con 42 años. Cutka tampoco reveló si Fritzl había sido informado de la presencia de su hija en la sala, pero el defensor admitió que la gran «conmoción» que sufrió después de ver y escuchar el testimonio de Elisabeth estuvo provocada por el impacto de ver a su hija en el tribunal.

Las riendas del juicio

«Desde el martes está claro quien lleva las riendas del juicio», recogía Kurier. «No es la juez, ni tampoco Fritzl, que escenificó una cómoda confesión. Las riendas las lleva su hija que tuvo el valor de estar presente», añadió el periódico, que también reveló que Elisabeth había acudido también a la primera sesión de la vista. Lo que aún sigue siendo un misterio es si la martirizada mujer fue interrogada por la juez, su abogada o el letrado de su padre.

Fritzl admitió su culpabilidad en la muerte de Michael, el bebé que murió 66 horas después de nacer en el sótano. La fiscal, Christiane Burkheiser le acusó de no haber actuado para impedir que muriera por no recibir ayuda médica. «No se por qué no ayudé. Esperaba que el bebé pudiera superarlo. Debería haber reconocido que estaba enfermo y haber hecho algo», declaró el acusado en el momento clave de su confesión de culpabilidad. «Cuando observé el testimonio de mi hija me di cuenta, por primera vez, de lo cruel que fui con Elisabeth», añadió.

El juicio quedó visto para sentencia tras la declaración de Adelheid Kastner, autora del informe psicológico que realizó para determinar si el anciano era apto para ser sometido a un proceso.