CÁDIZ

Lágrimas en la UCA

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a Universidad suele parecer un ente disperso y cerrado. Sin em-bargo ayer, conmocionada por la muerte de José Luis Romero Pa-lanco, era una piña compacta, sin distingos, unida por la emoción de despedir a quien todos seguían llamando «el rector», aunque dejó de serlo hace mucho y supo irse del cargo con elegancia. Era también una institución ciudadana, enraizada en su entorno -qué dolor el de sus compañeros del Terraza, Pelayo, Paco de la Rosa, Dori, su inseparable Luis Machuca- y abierta al mundo: alumnos y profesores vinieron de lejos para despedirle, incluso lo hizo el maestro Frontela, el forense. Hasta el final, como su propia vida, terminada de pronto en su despacho, Romero Palanco ha sabido encarnar lo mejor del espíritu universitario. Desde su retrato, en el repleto patio del Rectorado, José Luis parecía sonreir burlón ante tanta bulla. Quedará en el recuerdo como un gran rector, un gran maestro y una gran persona.