
La calle del desconocido Maestro Fernando Sierra
Desde los finales de la década de los sesenta, a esta vía jerezana se le ha conocido por los bloques de los maños
Actualizado: GuardarEn la calle están arrancando las naranjas de los árboles porque estamos a un paso de la primavera y el azahar tiene que aflorar pronto. Mientras los operarios se afanan en cargar las cajas, una furgoneta rastrea la zona con un altavoz estridente sobre la baca del techo donde se anuncia que el tapicero ha llegado. Nadie parece hacerle caso. Quizá hoy día sale más barato comprar un sofá nuevo que mandar a restaurar el que tengamos.
Estamos en la calle Maestro Fernando Sierra. Todos los vecinos dicen que fue el fundador de las bodegas Sierra. Sin embargo, después de contrastar la información, este medio puede asegurar que nada tiene que ver con el bodeguero y que este Fernando Sierra, maestro, por muy mal que suene en esta tierra, tiene un origen incierto. Apuntamos como hipótesis que fuera uno de los fundadores del colegio Mundo Nuevo y del espíritu lasaliano que siempre ha tenido la calle.
Estamos en el mismo corazón de Vallesequillo. La travesía es tan incierta como el origen del nombre, pues estamos cuesta arriba si lo que queremos es ir a la zona de de la Puerta del Sol. Al fondo, el colegio de Mundo Nuevo.
En el año 1968 se dieron los pisos de Vallesequillo. Los dos bloques que están situados en la calle Maestro Fernando Sierra se concedieron a trabajadores, en su mayoría maños, que procedían del norte y que vinieron a Jerez a buscar abrigo en las azucareras que había en la zona. En este caso, todo el bloque trabajaba en la fábrica de producción y molturación de remolacha ubicada en Jédula. Así fueron bautizados los dos pisos como los de los maños. Ya se sabe que gran sabiduría existe en el pueblo a la hora de encajar un apelativo que denomine una zona de la ciudad. Y la del bloque 27 y 28 estaba cantada desde que se escuchó la primera jota como consecuencia de tener próxima la festividad del Pilar.
En la parte baja está el bar Perdi. Y en el bar nos confirman lo del bloque de los maños. «Siempre ha sido así -comenta Miguel de los Santos-. Ahora estamos ya quizá en la segunda generación. Y de muchos ellos ya sólo nos queda el recuerdo. También es verdad que hay pisos que se vendieron a terceras personas. El caso es que, por ejemplo, el día del Pilar esto era como una feria. Todos iban a Madre de Dios a escuchar misa porque era el día de la Patrona». Antonio García Perdigones y su señora, Pepi Gallego, ponen café a la clientela. Todo tranquilo. Se respira cierto ambiente agradable. «Y ponga usted que aquí hay unos pinchitos y unos caracoles que están para chuparse los dedos», asegura uno de los clientes. Pepi da las gracias al cliente. Es la responsable de que la cocina vaya bien. Antonio nos habla del apellido. «Yo me llamo Perdigones de segundo. Bueno, soy hermano de Manolo Perdigones, el famoso futbolista del Xerez», comenta. Lo de Perdi viene como apócope del apellido. Aquí no se ha perdido nadie.
Al cruzar la calle encontramos la frutería de Dani. Frutas y verduras frescas recién traídas de Conil para que no falte de nada. Las señoras andan pidiendo pimientos y manzanas. «La cosa está que arde», comenta Dani. Lleva seis años comandando la frutería, aunque antes ya estaba un tal Antonio que también surtía de frescos frutos del campo a la vecindad. «Todo muy barato y bueno», comenta una señora. Bueno, bonito y barato.
De pronto llega Casimiro Gil. Es un turolense que vive en los bloques de los maños. Llegó a Jerez hace años. «Bueno, he ido cerrando azucareras por toda España. Al final me he venido aquí y al cabo de unos años de trabajo también cerraron la de Jédula. Ya ve, un especialista en cierre de fábricas», comenta con humor. Casimiro conoce la calle y los vecinos. «Estupendo. Un barrio tranquilo y bueno. Aquí da gusto vivir», asegura. Nos presenta un pañuelico de su pueblo, Santa Eulalia. Está colgado en un lugar de la frutería de Dani. Se muestra orgulloso de hacer presente a su pueblo en el corazón de Jerez. Dani, mientras, no tiene tiempo porque las señoras van con prisas. Así que mejor será dejarlo despachando las lechugas que se han colado en la tienda procedentes de la huerta conileña.
Yellow
Amarillo. Estos chicos son unos atrevidos. Pocos hubieran tenido el valor de pintar de amarillo el establecimiento y de ponerle el nombre de Yellow -amarillo en inglés-. Pero Antonio Rivera y su mujer, Loli, sí que quisieron darle un pase cambiado a todo esto de las supersticiones. Y no les ha ido tan mal. Estamos en la puerta de una de las hamburgueserías más famosas de Jerez. Hablar de la calle Maestro Fernando Sierra y no hacer mención al Yellow hubiese sido como escribir del campo en primavera y no describir las amapolas. Desde los años ochenta, esta familia anda con sus hamburguesas. Han demostrado durante estos años que también en este tipo de comidas americanas existe la personalidad.
«Abren a las ocho y sobre las once cierran. Y el negocio se pone a tope», comentan los vecinos. El Yellow es un clásico en Jerez. Quien no haya probado las hamburguesas de esta familia no sabe bien lo que es disfrutar. Al menos eso viene diciendo medio Jerez desde hace años. Ahora, las puertas están cerradas, pero cuando llegue la noche, se enciende la plancha y se preparan las cebollas, el tomate y los tarros de ketchup y de mostaza se rellenan para que todo esté listo. Y listos han sido estos profesionales que durante más de veinte años están reivindicando que la hamburguesa puede ser una comida casi de culto. La embajada americana debería pensar en hacerle un homenaje.
Al final de la calle, ya casi tocando la avenida de Vallesequillo, se ha hecho un pequeño parque. Al fondo se ven los railes del ferrocarril y más allá se abre la sierra. Cuando combate el norte, la calle se debe de convertir en un corredor de vientos fríos que azotan los viejos bloques de los maños y los de San Eloy, al otro lado de la orilla.
Finalmente el Maestro Fernando Sierra sigue siendo una incógnita. Posiblemente un profesor fundador de Mundo Nuevo. O quizá un señor que destacó en algún oficio. Todo menos ser fundador de las bodegas del Maestro Sierra. Podemos confirmar que esta hipótesis nada tiene que ver con la realidad.