El Cádiz remonta en Lucena en un campo donde la pelota se confundía entre tanto jugador Ormazábal y Toedtli, los goleadores de un equipo que saca su carácter cuando es atacado
Actualizado: GuardarUn recreo. Ahí jugó ayer el Cádiz. Es lo que tiene eso de competir en la Segunda División B. Sí, en un recreo donde lo único que faltaban eran los bocadillos, algún que otro profesor y alguna que otra niña llorando tras haber recibido un pelotazo escupido de alguno de los cien partidos que se dirimen a la vez en el patio del colegio. Pues bien, hasta en estos panoramas es capaz de ganar este Cádiz de Javi Gracia.
Si en el José del Cuvillo se remontó cuando el partido moría, si en Pinos Puentes se hizo también en las últimas bocanadas de aire del choque, ayer en Lucena se hizo un pelín antes del final pero con las mismas dosis de entusiasmo. La curiosidad de todos estos encuentros es que se jugaron en césped sintético, un material donde el Cádiz no ha jugado su mejor fútbol pero sí que en cambio ha sumado todos los puntos disputados. Nueve de nueve.
Y es que este Cádiz, definitivamente, además de ganar, ganar y ganar, le gusta siempre hacerlo a última hora, en el último suspiro y después de conocer la dureza de la derrota y dejarse golpear entre las cuerdas. Parece como si este líder, como aburrido de exhibir su autoridad, concediera siempre a sus rivales unos metritos de ventaja para pasárselo bien. Suena exagerado pero por lo que se ha visto en las últimas salidas cualquiera podría afirmar que es cierto.
Madera de líder
Qué mejor que en la ciudad del mueble, Lucena, para mostrar la madera de líder. Este Cádiz casi siempre tiene la última palabra allá donde va y ayer, una vez más, volvió a pronunciarla. Pero antes de ponerse a hablar en el campo, le dio por prolongar la siesta unos 45 minutos. Es lo que tiene eso de la superioridad absoluta sin importar que se juegue bajo una alfombra, en un patatal o en un campo de hierba sintética. Da igual.
La siesta duró hasta que el rival de turno, en este caso el Lucena, osó tocarle las narices. Y el despertar fue tremendo. La primera parte pasó entre balonazos y bostezos. Tan sólo una ocasión clara del ex xerecista Julio Pineda, extra motivado en el día de ayer, otra menos clara de Ormazábal, y en un balón bombeado que se envenenó camino del arco de Kiko Casilla fue el balance de unos primeros 45 minutos tan interesante como el resto de las nueve jornadas que le quedan al Cádiz para disputar los play off de ascenso de categoría.
Todo iba bien, para ambos rivales, en el vestuario. Un empate que podía contentar a ambos con las peculiaridades que encierra jugar en un futbolín. A falta de poco para el final de la temporada regular y con una ventaja insultante respecto al segundo clasificado, nueve puntos, este Cádiz -especialmente lejos de Carranza, se ha apuntado a un lema parecido al Dejenme tranquilo. No me toque. Sí lo hace, se entera. Y ayer, como antes en El Puerto, Pinos Puente o Ceuta no tuvo más remedio que volverlo a ejecutar cuando se vio herido por un mordisco.
Ayer fue el Lucena, pero antes fueron Racing Portuense, Granada 74 o Ceuta los que comenzaron amenazando y acabaron mordiendo el polvo y víctimas de la reacción amarilla.
Los primeros minutos de la reanudación siguieron siendo de tanteo. Algo más despierto salió el Cádiz, que por mediación de la cabeza de Toedtli calentaba las manos de Toni García. Pero sólo era la fachada porque el Lucena inyectó algo más de intensidad a su juego. Y tendría su premio merced a una buena definición de Ortiz tras recibir un balón dentro del área y aprovecharse de la pachorra generalizada de la defensa cadista.
La historia se repite
No hay que decir que el gol espoleó a los pupilos de Javi Gracia, que para sus adentros sonreía sabedor del orgullo de sus hombres cuando se ven por debajo del marcador. Y esta reacción no tardó ni un minuto. Bastó que López centrara a Enrique para que el extremeño, en offside a juicio del asistente, empatara el marcador. El gol era anulado pero para nada la reacción del líder, que aumentó.
El Cádiz incluso se atrevió a tocar el balón en un campo donde en cada metro aparece la señal de prohibido. Con esta filosofía es normal que acompañe la suerte porque cinco minutos después del gol anulado, Toedtli peinó un balón que Ormazábal convirtió en oro para empatar el marcador tras hacerse un sitio para disparar con sólo colocar su cuerpo.
La respuesta cordobesa llegó al saque de un córner pero Babin no conectó bien para respiro del banquillo y la afición amarilla. Y de ahí hasta el final, el Cádiz se apropió del balón y gracias a la calidad de Erice, la agilidad de Álvaro, que pudo hacer el segundo si no se llega a ser por la mano de Toni García, y la efectividad de Toedtli acabó gobernando el encuentro sin oposición alguna.
Entre toque y toque, el conjunto de Gracia tan sólo se hacía una pregunta. ¿Valía la pena arriesgar un partido cuando el empate no era del todo malo en un campo donde quien más quien menos sale escamado si se atreve a tocar el balón obviando lo complicado del césped artificial?
Pues sí. Y si no, que se lo pregunten a Toedtli, que a tres minutos del final se hizo con un rechace en el área tras el saque de una falta para amagar con su pierna derecha y engatillar con su izquierda, lo que significa la puntilla del encuentro.
Al partido le quedaban unos cinco minutos que fueron mecidos por un Cádiz que volvía a hacer disfrutar a sus cerca de 500 aficionados que vibraron con el aperitivo que le brindó un equipo que espera poner el broche de gala el próximo mes de mayo. No importa que se juegue en un recreo donde el balón se confunde entre una maraña de jugadores. Da igual. Este Cádiz juega cuando tiene que jugar, corre cuando tiene que correr y gana cuando tiene que ganar. Y más le vale que en mayo no pierda este bendito compás.
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