DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Mercedes Ruiz

Pese a haber nacido en Jerez y llevar en esta ciudad la mayor parte de mi vida mis conocimientos sobre el flamenco y el compás son como los de aquel belga por soleares de la canción de Sabina. Pero bueno, es de suponer que no todo el mundo en Pamplona corre delante de los toros en San Fermines. No obstante, vivir en una tierra como la nuestra te ofrece la oportunidad de asistir en muchas ocasiones a espectáculos de baile, toque o cante que pueden representarse en cualquier escenario o aflorar en una reunión inesperada o en el patio de una peña flamenca. Y aunque no sepas dar tres palmas seguidas por bulerías aprendes a saber qué es lo bueno y qué lo menos bueno.

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Con estas premisas quise acercarme el pasado miércoles al teatro Villamarta para asistir al estreno de Mi último secreto, la nueva producción de la compañía de Mercedes Ruiz. Llevaba tiempo oyendo hablar del talento de esta bailaora jerezana y por distintos motivos no había podido verla nunca en directo ni disfrutar de trabajos como Juncá y Dibujos en el aire, con los que la crítica se había rendido a sus pies. Y lo de Mercedes Ruiz me pareció absolutamente espectacular. Mi último secreto superó, incluso, las altas expectativas que servidor y, me da la sensación que todo el público presente en el teatro, tenía depositadas en este espectáculo. Mercedes Ruiz consiguió una ecuación perfecta entre la fuerza, la elegancia y el sentimiento. Y despejó la incógnita para dejar claro que el presente, pero sobre todo el futuro del baile flamenco está en sus brazos y sus piernas. Con mi último secreto, Mercedes Ruiz despliega un catálogo flamenco difícil de ver en otras bailaoras del momento y de gran personalidad.

Cada centímetro de su cuerpo habla desde el escenario con acento gitano de Jerez, y ese diálogo entre la bailaora y el público despierta a las emociones desde el primer momento en el que ella se planta delante del auditorio.Su magistral manejo de la bata de cola, la verdad que se respira en sus zapateos, el dibujo de sus brazos en el aire...conforman un todo de poderío excepcional y hacen que cuando termina la función el espectador se quede con ganas de más. Por otro lado, Mercedes se ha hecho acompañar de un importante elenco en el que destacan la guitarra de Santiago Lara -responsable también de la dirección musical del espectáculo- y las voces de Londro y David Lagos, quienes protagonizan un mano a mano formidable sobre las tablas.

El espectáculo se completa con una estética de elegancia sublime y una coreografía cuidada en la que se nota la mano de Javier Latorre. Mi último secreto es por tanto una magnífica oportunidad de ver cómo ha evolucionado el baile flamenco en Jerez sin necesidad de desprenderse de la pureza gitana de la que siempre se ha revestido. Mercedes Ruiz logra ser una bailaora del siglo XXI y, al mismo tiempo, mantener intactas las raíces que le dan sentido a una expresión artística como la danza flamenca. Recuerdo que al finalizar el espectáculo, a la salida del teatro Villamarta, me crucé con Paco Cepero.

Nuestro guitarrista internacional estaba absolutamente entusiasmado con lo que acababa de ver. «Lo mejor que ha pasado por aquí», me dijo orgulloso. En definitiva, Mercedes cosechó un éxito a la altura de su talento y su arte, un éxito que Jerez debe ser la primera en reconocer y cuidar. Una artista de esta categoría con un presente brillante y un horizonte más que prometedor tiene que ser siempre profeta en su tierra y esperemos que sus próximos estrenos sigan teniendo como marco el teatro jerezano. Como decía al comienzo, uno no es flamencólogo ni nada que se le parezca, pero desde el punto de vista de alguien que ocupa una butaca y presencia un espectáculo lo de esta mujer es verdaderamente recomendable. Así que ya saben, si tienen la oportunidad, no se la pierdan, porque Mercedes Ruiz sí sabe bailar y, además, lo hace como nadie. Enhorabuena, artista.