Función principal de instituto
Y avanzando seguimos, poco a poco, por la Cuaresma de nuestras entretelas, que es como una antesala con el traje terciopelo y oro. Y así llegamos a la segunda gran cita de todo cofrade. El momento en el que se despliegan las mejores galas. Salen a relucir las corbatas más elegantes, los vestidos mejor cuidados, los trajes de oscuro. Salen a desfilar los zapatitos de charol reservado para las grandes ocasiones y las camisas recién planchadas; y ese anillo que heredamos de un familiar que ya vive para siempre junto a la presencia de Cristo y que era también de la cofradía. Ese anillo que llevándolo nos parece que se hace presente. Y todo porque es el día de la Función Principal.
Actualizado: GuardarDicen los cofrades que la fecha en la que se ajusta en el calendario la Función Principal debe de estar más y mejor subrayada que la de la Estación de Penitencia. Es el día grande de la hermandad, cuando los hermanos se presentan unidos ante los Titulares para hacer Protestación de Fe, para gritarle al mundo nuestra condición cristiana sin miedos y sin complejos. Como un sólo cuerpo místico.
Juramos que defenderemos el dogma Inmaculista de la Santísima Virgen y lo defenderemos hasta derramar la última gota de sangre si preciso fuera. Son esos párrafos decimonónicos que el secretario lee desde el ambón cuando llega el domingo más brillante del año, cuando la hermandad celebra su Función Principal.
La iglesia se engalana y los altares se llenan de cera. La liturgia se reviste del mayor boato posible. El cura aparece en la nave central de la iglesia con la mejor casulla que haya y los acólitos hacen bailar los incensarios que vomitan volutas de humo que llegan a la cúpula del templo, donde se deshacen en mil formas y se resaltan bajo los rayos del sol que se cuelan por los ventanales superiores. Suenan las coplas de la hermandad, y los hermanos se abrochan por última vez la botonadura de la chaqueta, colocándose la medalla de la cofradía en el pecho. Todos muy peinados, con el recuerdo bajo el brazo de tantos años celebrando el momento más álgido del año litúrgico de una hermandad.
La Función Principal es el momento en el que el cofrade mira a la hermandad para reflejarse en ella. Es el momento íntimo en medio de la solemnidad y de la multitud. El encuentro de cada año con el rito, el primer episodio antes de que la cofradía coja cuerpo y la Estación de Penitencia sea una nueva realidad.
Función en San Marcos con las campanas resoplando desde la alta espadaña de la parroquia, Función en San Miguel ante el maravilloso retablo de Montañés y Arce, Función en Santa Ana con sabor a barrio morado y plata. Esa Función Principal de nuestro Instituto Cofrade que tan grande hace a una hermandad. El momento en el que olvidamos nuestras mezquindades para volver a mirar de frente a Cristo crucificado, prendido, azotado, sobre los lomos de un pollino, sentenciado, presentado, con la cruz a cuestas, levantado, abofeteado, despojado, burlado, engañado y a su bendita Madre en su Inmaculada Concepción.
Función Principal de Instituto. Ya todo está cumplido. Liturgia pura bajo la techumbre de la Iglesia, momento en el que el cofrade vive su Semana Mayor particular. Función Principal de nuestros sentimiento más cofrade, más cristiano. Rito sagrado sin el que no podríamos vivir nuestra Cuaresma de las entretelas que es como una antesala vestida de terciopelo y oro.
Aaaa.