Los equilibrios de Sinn Fein
Los atentados de republicanos disidentes ponen a prueba al partido de Adams y crean incertidumbre sobre la fortaleza del proceso de paz
Actualizado: GuardarEl asesinato de dos soldados británicos hace una semana, mientras recogían las pizzas que les traían dos repartidores de un comercio próximo, no era la siniestra obra de una organización más motivada por ganar dinero que por la lucha política. Era más bien la prueba de que el IRA Auténtico tiene al menos un comando de eficaces terroristas. El comando habría planeado la observación de las rutinas de los soldados de la base para comprobar que pedían la comida a una hora específica. Habría analizado la posibilidad de atacarles cuando salían desarmados a recogerla y que la protección de los guardas civiles de la base era muy débil.
El comando atacó a los soldados y a los repartidores con una primera ráfaga y avanzó disparando con otras más. Los tres hombres que ejecutaron la operación huyeron en un vehículo que abandonaron cerca de la base militar. Lo dejaron intacto, sin considerar necesario quemar las posibles pruebas de los investigadores forenses.
Quien tildó al IRA Auténtico como una organización motivada más por los negocios ilegales que permite la formación de un grupo armado que por cualquier ideal político fue su fundador, Kevin McKevitt, y lo hizo en 2003, desde la cárcel, donde cumple una sentencia de veinte años por ser el dirigente de la facción terrorista. McKevitt había sido miembro del Comité Ejecutivo del IRA de Gerry Adams. En ese órgano, sólo inferior en rango al Consejo Militar, ocupaba el cargo de responsable de intendencia. En el mismo comité estaba su mujer, Bernardette Sands, hermana de Bobby, el primer preso del IRA que murió en la huelga de hambre de 1981.
Se marcharon con la estatutaria amenaza de muerte si el intendente-general se llevaba armas del grupo, cuando Gerry Adams y Martin McGuinness, en el verano de 1997, lograron que el IRA respaldase la participación de Sinn Fein en el comité de negociación constitucional que meses después aprobaría el Acuerdo de Viernes Santo.
Para sentarse con otros partidos y los Gobiernos británico e irlandés, Adams, McGuinness y otros negociadores, miembros al mismo tiempo del IRA y de Sinn Fein, tenían que jurar inicialmente los principios diseñados por el mediador americano George Mitchell. Debían jurar su compromiso con medios exclusivamente políticos y democráticos.
McKewitt y Sands abandonaron el IRA porque sabían que el camino emprendido por Adams era irreversible, que sólo podía conducir a la aceptación de la división de Irlanda y al abandono de las armas. Crearon un nuevo IRA, que tuvo que anunciar un alto el fuego semanas después, cuando el coche bomba que colocó una tarde del sábado en la ciudad de Omagh, mató a 29 personas, católicos y protestantes, entre ellos dos españoles.
McKewitt sería encarcelado con el testimonio de un agente infiltrado en la red del grupo. La percepción de que el IRA Auténtico es una banda corrupta e infiltrada por los servicios irlandeses y británicos se mantenía en los últimos meses, a pesar de que la policía advertía de su creciente amenaza. Sus atentados a menudo fracasaban, quizás, se pensaba, porque eran boicoteadas por la infiltración.
Ese sentimiento cambió en la noche del pasado día 6 y uno de los más consternados por la constatación de que los disidentes eran capaces de crímenes sofisticados fue, según su propio relato, el mismo Adams, que estuvo viendo en las televisiones noticias sobre el atentado hasta altas horas de la madrugada. En la mañana del domingo, convocó a los miembros de la Ejecutiva de Sinn Fein y les ofreció lo que les ha hecho siempre, la literatura que refleja el más frío y elaborado pensamiento estratégico que ha producido en el final del siglo XX la cultura del IRA. Tenían que pronunciarse en un momento especialmente delicado.
Duras críticas
Durante esa semana, Adams y otros dirigentes republicanos habían criticado duramente al jefe de la Policía local, sir Hugh Orde, por pedir el apoyo de una pequeña unidad de especialistas del Ejército británico en inteligencia a corta distancia para investigar las actividades de los grupos disidentes. La razón de existir del IRA, desde su fundación, en los albores del siglo XX, es precisamente expulsar al Ejército británico de Irlanda y un Sinn Fein que cogobierna ahora la autonomía norirlandesa se encontraba ante la tesitura de dirigir una Policía reforzada por militares británicos más allá de su control.
El comunicado de Adams sobre el atentado fue típicamente glacial. Expresaba su apoyo a la Policía en las pesquisas para detener a los autores, pero su crítica al crimen no contenía valoraciones morales, simplemente el reproche de que esos grupos no tienen una estrategia para unificar Irlanda.
La estrategia de Adams también está maltrecha. Desde que Sinn Fein tuvo un pésimo resultado en las últimas elecciones al Parlamento de Dublín, su ambición de tener un pie en los dos gobiernos de la isla para impulsar la creciente cooperación y avanzar hacia la unidad ha sido burlada. Por eso, tras escribir su medido comunicado, tuvo que aclarar que lo había escrito así porque él sabe cómo hay que dirigirse a la comunidad republicana. Mientras la clase política asimilaba el argumento de Adams sobre la necesidad de confiar en él para reducir los apoyos a los disidentes y mantener en su carril el tren el proceso de paz, un pistolero preparaba los últimos detalles de otro crimen.
Lo perpetró en la noche del martes, en Craigavon, con un solo disparo en la cabeza de un policía católico que había acudido en su coche a atender una llamada de socorro. El IRA de Continuidad, grupo asociado con otro de dirigentes que abandonó a Adams en los años ochenta, reivindicó el crimen, que de nuevo requirió sofisticación.
La muerte del agente permitía a Sinn Fein explayarse en la condena. El viceministro principal, McGuinness -el general McGuinness del viejo IRA-, llamó traidores a los asesinos. Tal condena fue celebrada. Siguieron manifestaciones, comunicados con frases rotundas, compromisos firmes. Pero, al final de la semana, no se habían resuelto las incógnitas principales: ¿Lograrán los disidentes mantener una campaña de crímenes? ¿Está la nueva Policía equipada para enfrentarse a este desafío al hasta ahora aparentemente exitoso proceso paz? ¿Está Sinn Fein dispuesto a utilizar todos sus recursos para reprimir a unos disidentes que ellos conocen mejor que nadie?