RUTINA. Jesús Nieto, en la esquina en la que vende. / C. C.
RAFAEL OLVERA RECOGE ESPÁRRAGOS JESÚS NIETO PESCADOR

«Desde las cinco de la mañana y sólo 4 euros» «Estoy en esta esquina por necesidad»

Tras estar más de cinco horas caminando por las salinas, desde San Fernando al Barrio Jarana, con varias macetillas de espárragos en sus manos, Rafael Olvera decide ponerse en plena calle con un cubo del revés y lo poco que ha cogido a la vista. Es la una de la tarde y por el momento sólo ha conseguido cuatro euros. «Después de levantarme a las cinco de la mañana y de darme una paliza andando, sólo tengo cuatro míseros euros», se lamenta. Reconoce que es un trabajo que no está recompensado pero, «por el momento no tengo otra opción pues antes trabaja en la construcción y ahora es imposible», explica.

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De lunes a sábado, lleva varios meses repitiendo la misma rutina. Hay días mejores y peores, pero «al menos vamos tirando». «Fíjate ahora tengo que soltar 300 euros del piso y a eso súmale el butano, la luz y el agua. Por supuesto la comida y la ropa. Ahora mismo he visto pasar al que me tiene alquilado el piso y no sólo no me ha comprado una macetilla, sino que me ha recordado que le tengo que pagar; me veo fuera de mi casa», afirma Rafael.

La preocupación de Jesús Pérez es distinta. Él viaja desde Medina a las diferentes ciudades de la Bahía. En esta zona, dice que «no hay tanta gente vendiendo como en otros lugares. Algeciras por ejemplo está saturado de gente de Medina vendiendo espárragos y tagarninas». Tres semanas lleva Jesús recogiendo y poniendo a la venta sus macetas «¿ Por tres eurillos, María, que te las dejo casi regalá!» -grita-. Perdió su anterior empleo, como «demasiada gente». E incluso afirma que en el campo hoy en día «das una patada y te encuentras a dos o tres recogiendo lo que sea para luego sacarle algo de dinero». Asegura Jesús que otro de los motivos por el que prefiere viajar a la Bahía es porque aquí «son más permisivos, y no te quitan tan rápido el tenderete como en otras partes».

Hace poco que tuvo un accidente con el coche y ahora mismo está pagando 4.000 euros para arreglarlo: «Me lo costeo como bien puedo», sostiene y aprovecha cualquier oportunidad para ganar dinero. Por ejemplo, el pasar una mujer con un agaporni, le dice «¿No quieres otro? Yo te puedo conseguir agapornis por tan sólo 30 euros».

Si la crisis afecta a las ventas, otro de los problemas es la competencia, ya que es fácil encontrarse en cualquier esquina a una persona vendiendo los mismos productos. Esta situación perjudica especialmente a quienes tienen sus puestos montados desde hace bastante tiempo. Es el caso de Carmen Flores, que lleva 25 años apostada a la espalda de un mercado de abasto y ha visto como a su alrededor «se ponen chavales que venden lo mismo que yo: tanto perejil como hierbabuena. El otro día, le dije a uno que se fuera a otra esquina, porque nos estábamos quitando los clientes». «Me dio pena tener que decirle eso, pero a mí tampoco me queda más remedio». Un cesto lleno de hielo y en él «¿Boquerones frescos, mira qué frescos niña!». En esta ocasión Jesús Nieto se ha acercado a la lonja para comprarlos -«Yo estaba de los primeros para sacar un poco de ganancia» dice-, pero si hace falta, no duda en coger la caña y buscar su propio pescado. Él es soldador homologado, lo que le costó en su día 80.000 pesetas «al final para nada. Me gasto tanto dinero y resulta que no me sirve para nada». Lleva cinco meses en las listas del paro porque, aunque trabajaba en Dragados, perdió un contrato, «y el personal, que estaba acomodado, salió tal y como entró. Entre ellos, yo». Ahora intenta salir adelante vendiendo pescado en la calle, -«¿Niña mira que buena cara tienen estos boquerones!»-. Aunque resulta complicado, Jesús tiene un niño pequeño y por el que está dispuesto a «hacer lo que sea». Está cansado de pedir trabajo y que no haya nada. «No me pongo en esta esquina por comodidad, es por necesidad», explica. Él considera que se deberían dar más ayudas, «pero de las de verdad, no éstas que anuncian por los medios de comunicación; yo solicité una hace ocho meses», y se pregunta: «¿Tú crees que cuándo me llegué me va a servir de algo?». «No tienen vergüenza», lamenta. En ese momento vuelve a interrumpirse y grita: «¿Mira niña que buen pescado, que me lo quitan de las manos!».