«Dependo de unos pequeños camarones» «Ahora la gente se arregla la ropa a su manera»
«Nuestra situación es un montón de complicada porque además de la poca venta nos tenemos que enfrentar a la Guardia Civil, que si te coge, te quita todo lo que tienes y encima te hacen pagar una multa». José Antonio Anelo se quedó hace cuatro meses en paro y decidió echarse a la mar. Según el día vende camarones, almejas o coquinas. Aunque «lo máximo que he conseguido vender en un día son 50 euros; de ahí no he pasado y ojalá los consiguiera más asiduamente; pero nada, no tengo suerte». A las cuatro de la mañana ya se va a «dar vueltas para encontrar algo que vender y me quedo hasta las tres de la tarde», explica. Por el momento tiene dinero «para lo básico», pero cuando comienzan a acumularse los gastos «hasta me entra mareo», dice. «En mi casa son cinco bocas las que hay que alimentar, Dios mío», deja escapar tras un suspiro.
Actualizado:Era solador y como la mayoría de los parados que engrosan las listas del paro, vivía de la construcción. Ahora depende de unos pequeños camarones que, «para el trabajo que supone recogerlos, hay que ver lo barato que los tengo que vender». Con destreza hace un pequeño cucurucho, mete dos vasos de camarones y grita: «¿Señora, si se lleva dos cartones se lo dejo sólo a tres euros!». «Más vale tirar como sea para delante que resignarse a no hacer nada», dice después. El marisqueo es una de las actividades que a más personas están recogiendo, sin embargo hay que esquivar a las autoridades. La crisis ha cambiado los hábitos de muchas personas y en la ropa se nota. Los mercadillos se han convertido en grandes aliados, sin embargo no tienen un taller de confección. Aquí entran en juego las costureras, un oficio tradicional que permite en tiempos difíciles sobrellevar el día a día. Claro que para ello es necesario moverse de una casa a otra. Eso es lo que hace Consuelo Sánchez que asegura que «en la costura no se ha notado el boom de clientes que se esperaba». Sí ha notado que la gente mira más por la economía y, por ejemplo, «conviene más comprarse unos pantalones más baratos y luego arreglarlos». Aunque «con la crisis también hay muchos que preguntan el precio y prefieren arreglárselos a su manera».
Consuelo aprendió a coser en una academia de corte, cuando tenía 17 años: «Estuve año y medio y luego yo misma fui mejorando mi patronaje». En esta actividad es muy importante mantener una cartera de clientes y es algo que hacen con uñas y dientes: «Cuando repartí publicidad, la única que me llamó fue otra costurera, que me preguntó si lo que pretendía era quitarle sus clientes».