FILM. Jeffrey Dean Morgan, en el papel de 'El Comediante', en una escena de la película.
Sociedad

Entre papel y celuloide

'Watchmen' pone de nuevo a examen el sentido de adaptar un cómic al cine

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Finalmente llegó su noche de estreno. Watchmen, película de Warner Bros, dirigida por Zack Snyder y basada en el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, está en las pantallas. El proyecto ha sido pasto de rumores de todo tipo durante años y ha tropezado, a pocos meses de su estreno, con una querella presentada contra Warner por Fox, que exhibe un contrato añejo sobre derechos de adaptación. Vistas las expectativas que ha despertado la película, es decir, previendo que va a convertirse en una máquina de producir millones, nadie quiere dejar pasar la ocasión de hincarle el diente al pastel.

El resultado de querellas, vistas ante tribunales y demás alardes legales de los dos gigantes de Hollywood ha sido a la postre un acuerdo entre ambos, que sigue siendo confidencial. Se ha filtrado, sin embargo, y nadie lo ha desmentido, que Fox recibirá una participación en los beneficios que genere la película o sus derivados, así como una compensación por sus gastos legales y en un anterior desarrollo del proyecto de entre 5 y 10 millones de dólares. Las cifras son tan elocuentes como el arreglo mismo en última instancia, aceptado para no diferir por culpa de los pleitos un negocio que todos suponen será suculento.

Independientemente de lo que la película resulte ser -y no hay que excluir que los espectadores puedan presenciar un buen entretenimiento, como lo fue, pongamos, el Batman Dark Night (2008) de Christopher Nolan-, Watchmen es, por la historia misma de su gestación, todo un paradigma de por dónde y cómo se mueven las relaciones más habituales entre el cómic y el cine hoy.

El pleito entre Fox y Warner deriva del modo de operar de los grandes estudios, que compran y venden proyectos más o menos desarrollados especulando con su posible rendimiento económico. Lloyd Levin ha recordado que él y Larry Gordon, productores del film, han pugnado por realizarlo durante quince años, coleccionando rechazos de estudios. «Larry y yo desarrollamos guiones en cinco estudios diferentes. Tuvimos dos falsos comienzos de la producción. Tratamos con directores prominentes y comerciales. Se interesaron grandes estrellas. En una ocasión contrataron a cientos de personas y empezaron a construir decorados, pero el estudio que financiaba el proyecto perdió fe en él».

Resulta obvio que si, tras este trabajoso camino, Watchmen se ha filmado, ello es debido a la larga serie de éxitos de taquilla logrados por adaptaciones al cine de cómics comerciales, en particular los de superhéroes. La lista de películas protagonizadas en los últimos años por diversas encarnaciones de Batman, Superman, X-Men, Spiderman, Hulk o cualquier otro se alarga y no tiene visos de llegar a su término. Algún entendido en la materia ha ironizado al respecto describiendo la desfalleciente industria del cómic simplemente como el I+D de Hollywood. Los tebeos ya no venden como antes, quizá, pero proporcionan a la industria del espectáculo personajes e historias.

Aunque eso de que el cómic ya no vende es una verdad relativa. La expectación que ha despertado la filmación de Watchmen ha tenido efectos llamativos en las ventas de la obra. La editorial DC ha reimpreso el año pasado más de 900.000 ejemplares del libro. El título mantiene una saludable regularidad en sus ventas desde hace más de veinte años, pero esta cifra multiplica casi por diez los 100.000 ejemplares vendidos durante 2007 y colocó la obra entre los libros más vendidos del año.

Nuevas publicaciones

Por el momento, nada menos que tres libros acompañan al cómic en el momento del estreno: Watching the Watchmen, es decir, vigilando a los vigilantes, en que el dibujante Dave Gibbons repasa borradores y preparativos del cómic; Watchmen. El libro de la película, que incluye fotogramas y fotografías de rodaje, entrevistas a actores y técnicos; y El arte de Watchmen, que presenta el storyboard del director junto con dibujos y diseños. Se añaden agendas y cuadernos, claro; toda una industria de papel impreso en torno al título. Las grandes producciones hollywoodienses han demostrado sobradamente su capacidad para generar negocio en paralelo, pero hay cómics que venden y Watchmen era uno de ellos antes de que lo vertieran al celuloide. Eso y no otra cosa explica la testarudez de los productores Levin y Gordon, lo mismo que explica la de Steven Spielberg, empecinado en convertir Tintin en película.

Watchmen, la película, no juega en la misma división de otras adaptaciones de cómics a la pantalla, más modestas. Poco tiene que ver, por ejemplo, con Ghost World (2001) de Terry Zwigoff, basada en el cómic del independiente Daniel Clowes, o con la atrevida adaptación al celuloide que de las historietas autobiográficas de Harvey Pekar hicieron Shari Springer Berman y Robert Pulcini en American Splendor (2003), protagonizada por Paul Giamatti, que ganó premios en Sundance y Cannes y cuyo guión estuvo nominado al Oscar. Nada de cine independiente, sino película con vocación de taquillera.

La producción de tal artefacto comercial se rige por un complicado equilibrio de concesiones. No es la menor entre ellas la debida a los fans del cómic original. Peter Jackson ya descubrió al rodar El señor de los anillos los riesgos de enfrentarse a las expectativas de los fans del libro en un mundo regido por Internet, los blogs y la comunicación inmediata. Los comentarios en Internet puede que no engorden mucho la taquilla de una película, pero, a la inversa, bien pueden arruinar un estreno. Los grandes estudios llevan años usando las convenciones de la industria del cómic, en particular la Comic-Con de San Diego que todos los veranos congrega a editores y fans, para presentar sus proyectos. Es decir, para intentar seducir a lectores y aficionados que por menos que nada están dispuestos a considerar un insulto personal cualquier desviación con respecto a la obra que aman. Son ellos quienes vigilan lo apropiado de la propuesta.

Probablemente la asignación del rodaje de Watchmen al director Zack Snyder es uno de los efectos de dicha estrategia. Snyder ganó renombre de director eficaz y rentable con otra adaptación de un cómic, 300, basada en el de Frank Miller, en la que un uso sistemático del fondo azul y los efectos especiales logró calcar muchas viñetas originales. La promoción de Watchmen entre lectores de cómics tiene también como leit-motiv el de la fidelidad a la obra. Trailers y fotogramas filtrados en Internet se presentan sistemáticamente como duplicados de viñetas de la obra, aunque eso no garantiza que la película vaya a resultar entretenida, no digamos interesante.

Dicha vigilancia de los aficionados parece tanto más justificada en el caso de Watchmen por cuanto sus autores tienen opiniones contrapuestas acerca de la película. Dave Gibbons, el dibujante del cómic, ha colaborado con la productora y contribuido a la campaña con su propio libro, al que ya me he referido. En cambio Alan Moore, que escribió la historia, se ha negado a participar de cualquier modo en ella. Moore ya tiene un largo historial de adaptaciones de sus cómics al celuloide con las que nunca ha colaborado con resultados poco halagüeños, y tiene fama de individuo excéntrico.