CRÍTICA DE TV

Víctimas y verdugos

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A la misma hora en la que Gloria Lomana entrevistaba en Antena 3 a Jesús Neira, en Canal + se estrenaba El perdón, documental de Ventura Durall sobre Andrés Rabadán, el asesino de la ballesta (no confundir con el asesino de la catana). Una víctima convertida en héroe frente a un verdugo que en un brote psicótico mató a su padre con tres flechas y que un mes antes había hecho descarrilar tres trenes de cercanías, lo que todavía asusta más. Rabadán necesita que lo expliquen. Condenado a 20 años de internamiento en módulos psiquiátricos (lleva 15), no ha pisado nunca la calle, se ha casado, ha expuesto sus dibujos, no recibe ya medicación alguna, ha escrito dos novelas y parece un tipo normal. Jesús Neira, al que Lomana se empeñaba en llamar profesor, como si estuviera hablando con Tierno Galván o Norberto Bobbio, no necesita explicarse, aunque hubiera 3.148.000 espectadores pendientes de sus palabras. Nos enteramos de que, en intención un poco papal, piensa besar la acera en cuanto salga del hospital, de que quizá dirija el Observatorio contra el Maltrato que le ha ofrecido la Comunidad de Madrid, de que ahora se siente más humano o de que se va a ir de viaje al Caribe.

No necesitaba explicarse porque los mismos medios de comunicación que han abierto circo en Sevilla con la desgraciada muerte de Marta del Castillo llevan construyendo desde agosto, mientras él permanecía en coma, antes de cruzar las piernas sobre la silla de ruedas, la mitología del superhéroe Neira (incluyendo en la trama al malo y chulesco Antonio Puerta y a la perversa Violenta Santander, la que más ha hecho televisivamente para afianzar su repulsivo personaje). Las razones ignotas por las que algunos asesinatos, y no otros, reciben tanta atención de la Prensa son las mismas que hacen de alguien con un comportamiento impecable un héroe. Las víctimas, heroicas o no, merecen todo nuestro respeto. Pero podemos dudar de la gestión de la heroicidad. Como telespectadores, que de eso se trata ahora, puede caernos mejor el verdugo de la ballesta que la víctima de la paliza. Es el peligro de no optar por la absoluta discreción. Por la vía Clara Rojas en lugar de por la de Ingrid Betancourt.