Opinion

La frialdad del 'ángel'

CALLE PORVERA Cuando su hija de (¿atención!) catorce años se emparejó con un muchacho de algo más de 20, ella decidió acogerlo en su casa y tratarlo como uno más, a pesar de que él vivía con su hermano y por tanto tenía un techo y no se encontraba desvalido. Lo hizo, sobre todo, a pesar de la precocidad de su pequeña; a pesar de la dudosa conveniencia y del futuro de esa relación, y a pesar de todos los pesares que creo que a una persona medianamente cuerda se le pasarían por la cabeza.

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El tal Miguel, para más inri, tenía unos horarios irregulares, un comportamiento retraído y extraño y una doble vida no sólo con su antigua novia, a la que terminó por asesinar, sino incluso con otras jovencitas. La noche de autos, como se suele decir, llegó a casa y confesó el crimen de Marta a la adolescente con la que convivía, y ésta y su familia (pues todos los indicios apuntan a ello), callaron y encubrieron con su silencio la atroz e imperdonable acción del individuo. Lo más sorprendente es que al día siguiente esa carita de ángel (la de ella, me refiero), la misma que ahora sale tapada en todas las imágenes por ser menor de edad, se presentó en las televisiones acompañada de su madre para aclarar su desvinculación con el tema.

Con toda la sangre fría del mundo aseguraron ambas su desconocimiento total sobre lo sucedido, aunque eso sí, volviéndose a casa con los bolsillos calentitos. Ante todo este espanto, yo me pregunto qué clase de personas (sobre el asesino y sus compinches ni siquiera voy a hablar) estamos preparando para el futuro, cómo unos adultos pueden ejercer una responsabilidad tan pobre y qué ejemplo están dando a sus hijos, cuya escala de valores no sólo ignoro, sino que más bien prefiero no conocer nunca.