Contraportada

La otra guerra

El combate de los políticos, ya con los rivales, ya con los suyos, sigue al ritmo acostumbrado. Quizá haya remitido un poco al darle vacaciones a buena parte de los que trabajan en los servicios de espionaje, pero la guerra que va a más es la de los precios. La gente normal tampoco la entiende. ¿Cómo es posible que haya rebajas del cincuenta y del sesenta por ciento en muchos artículos de primera necesidad y de segunda, que también son absolutamente necesarios? No puede sorprender que nos preguntemos, quizá no todos: ¿qué estarían ganando estos cabroncetes? Se supone que con la actual disminución no buscan llegar a la ruina por el procedimiento más rápido. Habrá que interrogar a Solbes, que se gasta menos en trajes, si no que Tarzán, sí que Francisco Camps.

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Quien me podría aclarar el batacazo económico es mi paisano Victorio Valle, que es una persona sensata y lúcida, pero hace mucho que no lo veo. Ha pedido al Gobierno un protocolo de intervención de entidades bancarias y cajas. Hay que hacer algo antes de que llegue el estrépito que producen los parados cuando estallan. Se prevé alcanzar la cifra de cuatro millones y medio de aquí a nada, pero ese guarismo será evocado con nostalgia cuando superemos los cinco millones.

La recuperación no va a venir el año que viene, si es que viene (me refiero a la recuperación, no al año). ¿Cuán largo nos lo fían!, pero lo peor es que no nos fía nadie y hay que pagar las rebajas al contado. Hay que negarse a la instalación del pesimismo, aunque tengamos muchas probabilidades de acertar viéndolo todo del color de hormiga y sin ser tan trabajadores como ellas. Esos atareados himenópteros almacenan durante las épocas buenas.