DESLUMBRANTE. Niña Pastori demostró su desparpajo y naturalidad sobre el escenario y reservó unas palabras para su familia. / R. RÍOS
Sociedad

La Isla se rinde a su hija predilecta

Alrededor de 400 personas disfrutaron de un concierto intimista en el que Niña Pastori presentó su nuevo disco, 'Esperando verte'

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No podía haber mejor forma de celebrar el décimo aniversario de la reapertura del Real Teatro de Las Cortes de San Fernando que con una de sus artistas más conocidas, más aún cuando ya estuvo presente en su ciclo inaugural. En esta ocasión ponía sobre las tablas la experiencia que en estos diez años ha acumulado y que muestra en su nuevo disco, el séptimo de su carrera, Esperando verte.

María Rosa García, Niña Pastori, cantaba en casa y se notaba por el cariño que el público le dio, un apoyo que le demostraron incluso antes de que su voz encandilara al teatro, pues hacía un mes que resultaba imposible hacerse con una entrada para acudir a la cita. Un concierto con sabor especial, que derivó del flamenco que Niña Pastori aprendió de pequeña en los diferentes tablaos isleños, a su peculiar mezcla con estilo pop que le ha hecho ganarse un hueco reconocido en la música española.

Pronto se metió al público en el bolsillo con las canciones de su nuevo trabajo, que cuenta, como en los últimos, con la dirección de la propia Niña Pastori compartiendo el peso de la batuta con su marido, Julio Jiménez Borja, Chaboli, que también se hace cargo de la composición y la producción.

Con más un cuarto de hora de retraso y tocando palmas desde camerinos mientras se colocaban los músicos comenzó una actuación en la que Niña Pastori ponía de relieve sus Caprichitos de mujer, aunque empezaba con Pintaré de azul arrancando las primeras ovaciones de un público entregado. También hubo tiempo para acordarse de su pequeña Pastora, la que da sentido a la canción que pone título a su séptimo trabajo Esperando verte. Y es que, fue el sentimiento que acompañó a Niña Pastori en el periodo en el que grabó las canciones, estando embarazada. La pequeña le ha traído suerte pues la vuelta de la artista isleña se produce con fuerza. La canción tiene un ritmo setentero con el que la cantaora se mostró muy cómoda.

Lo mejor de la noche fue el contraste de temas que dispuso en su repertorio desde la dulzura y la calidez de Caprichitos de mujer, al desgarro que impregna su voz cuando se atreve con una soleá, fandango o alegrías como Somos marineros.

Esta nueva etapa en la vida de la artista se refleja en sus canciones, aunque sin abandonar su estilo, que ha ido perfilando en discos con nombres tan reivindicativos como Cañaílla o María.

Arropada por infinidad de instrumentos, donde tuvo un gran peso la percusión, con las palmas de telón de fondo, desgranó un repertorio en el que también hubo sitio para sonidos más electrónicos, con un ambiente intimista pero a la vez con el descaro de una riqueza de sonidos que llenaron en todo momento el escenario.

«Cuando nadie me ve»

Se ausentó en momentos en el que los músicos tomaban el relevo para deleitar a los presentes con un cambio de color y de tiempo. Luego, cambio su vestuario por un traje largo blanco cantando a piano Cuando nadie me ve de Alejandro Sanz con unos quejíos que arrancó los olés del público.

La cantante dedicó algunas palabras a «mucha gente a la que yo quiero, mi madre, mi padre, mis tías, mis cuñados».

Con su naturalidad, desparpajo y sinceridad, Niña Pastori trajo la sal de su cante de nuevo a una Isla que la acogió como una de sus hijas a la que más cariño guarda, como ayer le demostró el público que celebró junto a ella el décimo aniversario de apertura del teatro.