Un joven esquiva una ola que salta la balaustrada en Santa Barbara tras romper con la muralla. / OSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Los gaditanos tendrían una hora para reaccionar ante un 'tsunami'

La altura máxima que puede alcanzar una ola gigante en Cádiz no superaría los 10 metros Investigadores europeos trasladarán sus recomendaciones al Ayuntamiento esta semana

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Un gran retroceso del agua sin aspecto de bajamar. Peces y rocas al descubierto. Movimientos anormales de la masa de olas. Resultado: un tsunami. Ésos fueron los fenómenos previos al maremoto de 1755, con epicentro en el Cabo de San Vicente, que hizo temblar las murallas de Cádiz e inundó la zona norte de la ciudad. Cuentan las crónicas de la época que una gran cantidad de la población fue a la playa para observar el extraño comportamiento del mar y otra cogió lo que pudo e intentó escapar. Error en ambos casos.

Que se vuelva a repetir un fenómeno de este tipo es improbable, pero no imposible. Se trata de una consecuencia geológica propia de la actividad de las placas tectónicas que se encuentran bajo la corteza terrestre. El seismo se desata cuando se produce una fricción entre estas grandes masas de terreno que se mueven sobre el manto de la Tierra (en el caso de la península le afectan la euroasiática y la atlántica). La explicación geológica puede satisfacer poco el interés del ciudadano. No así, las recomendaciones para salvar los muebles y la vida ante una catástrofe de este tipo. La mejor opción es subir a la parte más alta de cualquier edificio de estructura resistente y esperar a que baje el agua. Por lo general, a partir del cuarto piso ya no hay peligro. Así aconsejan reaccionar los investigadores del proyecto Transfer, que la Unión Europea puso en marcha en 2006 para crear un sistema de alarma temprana de ámbito comunitario.

Objetivo: Cádiz

Este plan incluyó a la capital gaditana como muestra de un estudio para la realización de un mapa de inundaciones y localización de la población más vulnerable. El motivo es que la capital ya había superado un episodio de este tipo, lo que resultó determinante para entrar en el estudio, en el que trabaja una treintena de expertos que ya cuentan con los primeros resultados.

Según las investigaciones, en las que han colaborado la Universidad de Cantabria, el Instituto Geográfico Nacional y la Universidad de las Naciones Unidad, el plazo que tendrían los gaditanos para reaccionar ante un maremoto es de una hora. Ése es el tiempo aproximado que pasó desde que se observaron los primeros indicios hasta que llegó la gran ola en 1755.

La altura de esa masa de agua no superará, con toda seguridad, los diez metros, dada la dinámica de las placas oceánicas donde se localiza la actividad de seismo. Así lo recogen las conclusiones del investigador del Instituto Geográfico Nacional y colaborador en el proyecto europeo, José Antonio Álvarez, en el trabajo denominado Mapas de riesgos naturales en la ordenación territorial y urbanística. En esta documentación, el especialista incluyó imágenes aéreas de la capital sobre las que se realizaron los cálculos para determinar los primeros resultados. Tanto la costa de Cádiz como la de Huelva tienen una elevada frecuencia de maremotos, a la vista del número de «eventos» que se repiten, según consta en el estudio del Instituto Geográfico. Los efectos que pudiera provocar una gran ola en Cádiz son los mismos que en cualquier municipio de la Bahía, en los que la entrada de agua en el núcleo urbano sería inevitable. La existencia de edificios altos cerca de la línea de playa frena el avance del mar, según se desprende de los estudios realizados por la Universidad de Cantabria, que ha simulado las consecuencias de un tsunami, con una probabilidad de 5.000 años.

Esta misma semana está previsto que investigadores de la iniciativa europea trasladen a las autoridades municipales las principales recomendaciones para incluirlas en el nuevo plan de emergencias de la capital. El vigente se creó en 1996 y está pendiente de una actualización. No obstante, los cambios se harán efectivos cuando finalice el estudio, en agosto de este año. «Para entonces esperamos que se ahonde en la educación en prevención de riesgos, sobre todo en las escuelas», explica Korinna von Teichman, experta en riesgos naturales de la Universidad de las Naciones Unidas, que se encuentra en Cádiz, donde visitó ayer varios dispositivos de emergencias, entre ellos Protección Civil y el 061.

Según avanzó, los últimos estudios se han centrado en la población gaditana para determinar el grado de vulnerabilidad de la misma. Los parámetros que se han tenido en cuenta son la edad, con una mayor concentración de personas mayores en la parte norte del casco histórico; el nivel sociocultural, también es en esta zona donde se están empadronados los gaditanos con menos estudios y la población emigrante que no conoce el idioma, difícil de determinar puesto que en la capital es escasa y se encuentra diseminada.

Otras estrategias

Este proyecto no es el único que se ha puesto en marcha. Desde la tragedia del Sureste asiático en diciembre de 2004 se han intensificado los mecanismos de control en todo el mundo. Una de las primeras estrategias para la detección de tsunamis se llevan a cabo en la Bahía. Se trata de la red de sismógrafos de fondo oceánico (OBS) cuya instalación y coordinación depende del Real Observatorio de la Armada de San Fernando.

Este dispositivo permite apreciar la generación de terremotos bajo el mar y predecir si estos temblores podrían generar un maremoto. El proyecto contempla la instalación de una red de detectores desde el Cabo de San Vicente hasta el Mediterráneo, que irá coordinada con la que el Observatorio isleño cuenta en la tierra. De esta forma se recorre la falla formada entre las placas euroasiática y africana, donde se producen los seismos con incidencia directa en el Golfo de Cádiz.

La plataforma marina, sin embargo, estará fija junto a la isla de Alborán, en el Mediterráneo y estará compuesta por un sismógrafo enterrado que se completará con sensores de corrientes y de presión, en cargados de captar los cambios inmediatos que el temblor generará en el mar y que son indicativos de un posible tsunami.

emartos@lavozdigital.es