Adams colaborador
Actualizado: GuardarEl asesinato de dos militares en el ataque perpetrado por el llamado IRA Auténtico contra un destacamento de las Fuerzas Armadas británicas en la localidad norirlandesa de Massereene ha provocado un doble efecto. Junto a la pérdida irreparable de dos vidas, la consternación general y la grave inquietud que el atentado ha causado en Irlanda y Gran Bretaña, la provocación terrorista ha conducido a la ratificación de las bases por las que el Ulster se encaminó hacia la paz el Viernes Santo de 1998. En su visita a la guarnición atacada, el premier Brown declaró inquebrantable la paz. Pero más significativas fueron la condena de Gerry Adams y su reiterado llamamiento a la colaboración ciudadana para detener a los culpables. Sus palabras se convirtieran ayer en el ejemplo que no sigue ni de lejos la izquierda abertzale vinculada a ETA.
Sinn Fein ha demostrado estos días que condenar los atentados es una obligación moral de cada ser humano y de todo aquel que quiere ver a su país avanzar por la paz. Es cierto que dicha condena no alcanza a ser tan coherente como para volverse retroactiva respecto a la sangre derramada en décadas anteriores por los ahora pacificadores del Ulster. Como es cierto que persiste una doblez moral que les lleva a trazar un antes y un después del proceso de paz protagonizado por ellos mismos. Pero, con todas las contradicciones del caso, la asunción por parte de Gerry Adams de la lucha contra quienes eran sus correligionarios como una tarea que ha de suponer la colaboración con las fuerzas policiales, algunas de cuyas actuaciones él critica abiertamente, fija la abismal distancia a la que los sectores más extremistas del abertzalismo vasco se encuentran de una idea de paz como la defendida por los herederos políticos del IRA desarmado.