Sociedad

Escritores Informados

Cada vez son más los autores que exigen una versión digital previa disponible en la red

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El caso de Paulo Coehlo es ejemplar. Exige a su editorial que sus libros estén disponibles en pantalla un mes antes que en las tiendas. No es un ebook, pero sí un documento que se puede descargar y leer en el ordenador. Está comprobado que si el lector llega hasta el 20% del contenido, termina comprando el título; y de eso saben las casas españolas, que llevan un par de años poniendo a disposición del usuario pdfs con uno o varios capítulos para enganchar. Lo que podría parecer un suicidio acaba siendo beneficioso para el bolsillo.

Sobre eso, sobre la ganancia, también tiene mucho que decir el libro digital. Si el formato papel deja en manos del autor entre el 7 y el 10% del beneficio, un motivo permanente de queja, los norteamericanos están negociando de media el 20-25% del digital. Es verdad que el precio de venta es hasta dos tercios más bajo (alrededor de diez dólares frente a los 29 en librerías) pero también que no existen costes de impresión, distribución y almacenaje y que de momento venden directamente las editoriales. Hay un autor, un agente, un editor y un proveedor del servicio (si no terminan confluyendo estos dos últimos en la misma empresa). Reducidos los intermediarios, el dinero se reparte entre menos. Lo que no cambiará será el marketing; en papel o en internet da lo mismo, es necesario. La diferencia es que la tecnología permite a las editoriales hacer uso de las redes sociales para dar promoción a sus libros. Así, usan los perfiles que cada usuario facilita a Facebook, por ejemplo, para comunicarles que aquello que dicen que les gusta está a la venta. No hay un envío masivo de información, sino muy segmentado, a la carta. Es lo que las editoriales estadounidenses llaman widgets.

Con el tiempo, de nuevo, existe la posibilidad de seguir vendiendo incluso cuando el libro ya ha desaparecido de la vista en la calle. En la red, es permanentemente visible, hay un goteo continuo de compra, el boca a oreja sigue su curso y existe la posibilidad de imprimir bajo demanda (un recurso ya utilizado hoy en día por algunos escritores que no encuentran editor).

Dice Celaya que todo esto provocará una vuelta al modelo del siglo XIX, aquel en el que el librero era el impresor, y al revés. El siglo XX ha sido el de los intermediarios. El XXI, el de la venta a través del sitio web, la aglutinación de las figuras que interviene en el mundo del libro y la especialización de los libreros, estén o no físicamente disponibles para el público.