VENTAJAS. El centro aporta beneficios no sólo a los menores, sino también a las propias madres. / J. C. C.
Jerez

«Traer aquí a mi hijo me vino como algo caído del cielo»

Cuatro mujeres que han sufrido malos tratos relatan cómo Mediante facilita la relación de los niños con sus padres, evitándoles sufrimientos y violencia

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Sus ojos delatan el sufrimiento al que han estado sometidas durante años, pero también se puede adivinar en ellos un atisbo de esperanza y de alivio en unas personas que han sabido capear el temporal con la fuerza que da la necesidad diaria de luchar por un hijo. Aunque prefieren permanecer en el anonimato, y por tanto los nombres que aparecerán en estas páginas son ficticios, cuatro mujeres que han sido maltratadas por sus parejas y que utilizan los servicios del punto de encuentro Mediante han querido aportar su testimonio para resaltar la importancia de que las ciudades cuenten con centros de este tipo.

Raquel, por ejemplo, se enteró de la existencia de Mediante gracias al testimonio que facilitó una usuaria a través de la prensa, y al sentirse profundamente identificada con su situación se animó a contactar con la asociación. «Fue el periódico lo que me animó. Yo tengo una orden de alejamiento de mi pareja, y desde que decidí venir aquí en verano mi niño está encantado. Él se vuelve loco porque juega y ha hecho muchos amigos, de hecho se lleva toda la semana esperando a que llegue el día de venir». Desde entonces, en lo que se refiere al régimen de visitas no ha vuelto a tener problemas con su ex, salvo en el caso de la manutención, «como nos pasa a casi todas».

Inma, sin embargo, lleva varios años acudiendo al centro desde que así lo dictaminó un juez, ya que las peleas eran continuas con su ex marido cada vez que se tenía que llevar a su hijo con él. «Yo lo pasaba muy mal, porque venía a por el niño con esa excusa para verme a mí y hacerme daño. El niño era muy pequeñito y me lo quitaba de los brazos a tirones, incluso me empujaba y me insultaba». Ella reconoce que al principio, cuando vio las instalaciones del centro, dudó de que fuera lo más adecuado, porque «las vi muy pequeñas, y además yo temía que esto pudiera asustar aún más al chiquillo».

Diversión y tranquilidad

Ahora, transcurrido el tiempo, lo que más valora Inma es que su hijo acude al local como si de la guardería se tratara, y lo que es más importante aún, ya no es testigo de peleas ni de enfrentamientos entre sus padres. «Aquí como se dice vulgarmente a mí me han solucionado la papeleta, ellos se ven fuera de casa y no hay conflictos, si no no sé a dónde habría llegado mi caso». Susana ha pasado por una circunstancia muy parecida, aunque en su caso incluso «mi ex se llevaba a los niños a Comisaría, y allí me denunciaba porque decía que yo no le dejaba verlos. Cada vez que venía, lo único que quería era tener movida conmigo», lamenta.

Por ello, sentencia que la solución del punto de mediación, impuesta por el juez, «me vino como caída del cielo», ya que en su caso también su marido utilizaba a los pequeños «para hacerme daño». María, por su parte, padeció maltrató psicológico de su pareja y, una vez que obtuvo una orden de alejamiento, como le resultaba imposible ponerse de acuerdo con él para el régimen de visitas, solicitó la solución del punto del encuentro. «Yo no he vuelto a tener problemas con él; la manutención, como decía mi compañera, es caso aparte».

Otra cosa bien distinta, claro está, es la actitud de cada progenitor a la hora de encontrarse con su hijo o hacerse cargo de él. Muchas se lamentan de que algunos sólo acuden cuando «les viene bien», e incluso hay quien tras un periodo de visitas ha renunciado voluntariamente a volver a establecer contacto con sus hijos, como reconocía la presidenta de la asociación, Josefina Benítez.

No hay que olvidar, como critican las afectadas, que «mientras ellos tienen el derecho de ver o no a sus hijos, nosotras tenemos la obligación de dejárselos ver, porque si no te lo impone el juez». Y es que este es otro de los méritos innegables de estas supervivientes, ya que Benítez subraya su capacidad para separar lo que es el fracaso o los problemas de pareja del bienestar de los niños. «Tienen que compartir lo que más quieren con quienes más odian, y aunque muchas muestran su resentimiento comprenden que aquí sólo hacemos de mediadores, y siempre pensando en el bien de los menores».

A pesar de todo lo que han pasado, contado no sólo por sus palabras sino incluso por sus gestos, lo que reconocen y agradecen abiertamente es tener una segunda oportunidad, porque «en el momento en que dejas a estas personas y te alejas de ellas, es cuando empiezas a rehacer verdaderamente tu vida».