El Cádiz cosecha un empate con saldo positivo en Carranza

or fortuna. Todo en esta vida tiene un final. Y es que el peregrinar por los tortuosos y sórdidos caminos de Segunda B comienza a ser cansino. Cada jornada es un nuevo triunfo de la mediocridad, con un Cádiz bizco en la división de los ciegos. Acudir a Carranza para disfrutar de sólo veinte minutos de buen fútbol de bronce no es muy rentable, máxime si en el mismo pack viene incluida más de una hora de sopor que ya es demasiado conocido en el estadio. El tibio empate ante el Puertollano deja las cosas como estaban, pues los cinco primeros acabaron sus duelos en tablas. La salvedad: que otra jornada se esfuma (y ésta complicada), que mayo está cada vez más cerca, y que ningún perseguidor muestra una imagen solvente que siquiera inquiete a los amarillos.