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Opinion

Teoría del soborno

VUELTA DE HOJA En algunos casos, aunque sean los menos, se está empleando la palabra soborno con cierta ligereza. Si alguien tiene la excelente idea de regalarnos un jamón digno de este nombre, no creo que pretenda inclinar nuestra voluntad en su beneficio, si no que practica eso que en los grandes almacenes llaman «la elegancia social del regalo». Naturalmente, el obsequio debe provenir de un amigo. Si el donante es un conocido, o simplemente un «saludado», la intención es más sospechosa. ¿Cuándo los sobornos lo son realmente, o sea, cuándo se e intenta corromper a alguien con dádivas para obtener algo de él? Habría que trazar un tratado de límites. El compulsivo juez Garzón ha inculpado al presidente del PP de Valencia, Francisco Camps de aceptar sobornos en especie. La trama levantina, al parecer, invirtió 30.000 euros en trajes para el presidente, altos cargos, y otros que pintan menos, pero van todos hechos un pincel.

MANUEL ALCÁNTARA
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Hubiera sido más decente que el señor Camps les hiciera un corte de mangas a sus benefactores. Ahora no va a tener más remedio que tentarse la ropa. Muchos españoles se preguntan de que corte y confección es este emergente líder. Está caro que le gustan los trajes a medida, pero eso le ocurre a muchos de sus compatriotas ¿Quiere ser el árbitro de la elegancia valenciano, como el legendario Petronio fue reconocido como el árbitro de la elegancia porque llevaba la última moda en túnicas? No parece un hombre especialmente coqueto. Si lo fuera, más que la raya del pantalón le preocuparía no por hacerse la raya del pelo. Para corregir su arrasadora alopecia habría llamado a Bono, a riesgo de que este le dijese que ni hablar del peluquín. Garzón debe seguir investigando.