Famoseo

a popularidad es un estatus social muy reconocido en los tiempos que corren. Basta con echar un vistazo a los diferentes realities televisivos para comprobar que detrás de una fachada aparente suele haber poco contenido interesante, pero eso suele importar bastante poco. Excepciones hay, claro está, pero normalmente sus participantes no destacan precisamente por tener un vocabulario amplio o una alta formación cultural, sino más bien porque ofrecen una determinada imagen, que ahora mismo tiene más valor que todo lo demás, en según que ámbitos. Llegan a los platós televisivos para aportar su granito de arena al circo de los sentimientos con un discurso similar, con frases como «esta experiencia no se puede explicar con palabras, hay que vivirla o estando aquí he cumplido uno de mis sueños». En definitiva, se trata de un fenómeno social, de un perfil determinado de personas que aspiran a ser famosos, o a algo similar, y que ya hace tiempo que aburre. No llego a saber con certeza si en sus mentes pesa más como objetivo el hecho de tener cinco minutos de gloria o bien simplemente se trata de una estrategia para mejorar sus bolsillos, en estos tiempos de crisis, es decir, que lo utilizan como una vía para intentar forrarse a costa de sus supuestos problemas personales. Lo cierto es que, con las tecnologías actuales, cualquiera puede convertirse en serio aspirante a tocar con la yema de los dedos el universo mediático y sentirse de paso un miembro más del colectivo rosa. Internet es el mejor vehículo para saciar la necesidad de cualquier persona ávida de popularidad. Con un poquito de ingenio y bastante suerte, sus experiencias o ideas podrían llegar hasta todos los rincones de este planeta y quien sabe si dentro de unos días, semanas, meses o años, las televisiones llamen a su puerta para ofrecerle fama a cualquier precio.