Cartas

Cacerías

La caza ha sido desde hace miles de años una de las actividades más importantes del hombre. Un buen cazador, una persona que supiera manejar bien las lanzas, que supiera colocar en el lugar más apropiado las trampas y que al mismo tiempo se rodeara de un equipo eficaz y obediente, era sin duda, una garantía para la supervivencia de la tribu. Los cazadores se reúnen generalmente la noche anterior y preparan el plan de caza, porque no se utilizan ni las mismas herramientas ni las mismas estrategias para ir a cazar gorriones que ir a cazar mamutses.

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En la actualidad, la cacería ha dejado de ser una de las principales actividades de la vida del hombre. Hoy el hombre no caza únicamente para comer, hoy se va de cacería por afición, por diversión y para hacer negocios. La cacería antes movilizaba a los pueblos en busca de mejores y más fáciles presas, ahora moviliza a ricos capaces de pagar importantes sumas de dinero por una jornada y a los poderosos, que no son ricos, pero que generalmente son invitados para poder seguir siendo igual o más ricos que después de la cacería.

Existen tres tipos: la caza menor, la caza mayor y las urbanizaciones de casas. La principal conversación que se mantiene en la comida, después de hablar de cuántos conejos o ciervos has matado, es precisamente de estas casas y de los terrenos más adecuados. Después de unos días y de unas cuantas llamadas es cuando se firman los documentos en los despachos y se reparten las comisiones. El reparto de las comisiones es muy importante, tanto que antes los hombres llegaban a declarase la guerra, enemistándose para siempre con su tribu hermana, o ponían en aviso a tribus vecinas para que no fueran de cacería con esos abusadores. Y es que, cuando alguien que participa en una cacería no obtiene su parte del asunto no suele marchar bien, porque a los que se les queda cara de tontos por no haber conseguido su ración, cargan de odio sus escopetas y de veneno sus lanzas reflexionando en voz baja: «Yo me quedaré tuerto, pero tú te vas a quedar ciego». Lo mejor de todo es que afortunadamente cada vez quedan menos tuertos y ciegos corruptos y prevaricadores, aunque por desgracia las cacerías son un excelente caldo de cultivo para estos aficionados.

Francisco Rodríguez Apolo. Cádiz