TRIBUNA

¿Mujer trabajadora? ¿Por supuesto!

A través de los siglos la mujer ha tenido que reivindicarse como trabajadora, aunque parezca paradójico. Año tras año celebramos el día de la mujer, el 8 marzo, con este apellido. Como si no fuera normal que las mujeres formemos parte del mercado laboral y nuestro ámbito natural fueran otros mercados, los de hacer la compra diaria por ejemplo. Como si fuéramos un acompañamiento, como si estuviéramos ahí por galantería, de prestado.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Quizás por eso asombre tanto que haya igual número de mujeres en paro que de hombres, dato que ocupa muchas portadas de periódicos cuando el INE publica las estadísticas. Dato que, leído superficialmente, esconde la verdadera dimensión del profundo drama que viven miles de mujeres en esta situación tan crítica de la economía..

Las cifras así leídas ocultan matices importantes. Porque si es verdad que en la actualidad se ha igualado el número de mujeres que de hombres sin empleo, el número de personas sin empleo sobre el total que lo buscan, es decir, las tasas, siguen siendo el doble para ellas que para ellos. Bien es cierto que en estos últimos años, quizás influido por circunstancias familiares o por la menor actividad en sectores laborales de predominio masculino, como el de la construcción, o porque con un solo sueldo no se mantiene en la actualidad un hogar, el incremento de la tasa de actividad de las mujeres ha sido espectacular.

Es posible que haya gente que ante esos titulares tenga la tentación de pensar que en estos momentos convendría que las mujeres se retirasen del mercado laboral y volviesen a sus casas a cuidar a los hijos y los mayores, dejando el campo libre y los escasos puestos que se ofertan para los hombres. Pero, en contra de lo que se considera «políticamente correcto» y nadie admitiría de viva voce, todavía las encuestas arrojan opiniones en este sentido, un sentido profundamente arraigado en esta sociedad producto de la cultura patriarcal de una familia compuesta por un único sustentador hombre y una esposa dependiente que se ocupa del hogar, los hijos, los padres y lo que le echen. A fin de cuentas España sigue siendo el país de la Unión Europea donde es mayor la tasa de inactividad de las mujeres debido a responsabilidades familiares.

Afortunadamente cada vez son menos los que piensan así. Lo natural del siglo pasado ahora no es natural, es simplemente pasado. Ahora las mujeres, sobre todo las jóvenes, al igual que los hombres, tienen expectativas de trabajar y desarrollarse profesionalmente en aquello para lo que se han formado, naturalmente. Y más si se tienen en cuenta los resultados académicos de hombres y mujeres donde estas destacan allí donde se mire. Destacan en la educación obligatoria donde año tras año obtienen mejores tasas de idoneidad, es decir que cursan la enseñanza que les corresponde por edad. Son mayoría entre los que cursan el bachillerato, donde tenemos un problema de abandono prematuro de los estudios en los hombres. Destacan igualmente en la formación universitaria, donde año tras año, solo en Andalucía, se gradúan 7.000 mujeres más que hombres. Destacan en general porque saben que lo tienen más difícil y deben presentar mejores credenciales para ser tratadas al menos en igualdad.

También las sociedades que destacan en el plano económico, aquellas seguramente menos afectadas por esta perniciosa crisis mundial, son las que mejor aprovechan el gran potencial que reside en sus mujeres. Año tras año el World Economic Forum, el Foro de Davos, lo constata. Las sociedades más igualitarias son las más competitivas en el ranking mundial y los países -sobre todo los nórdicos- que ocupan sistemáticamente los primeros puestos, lo exhiben como un argumento fundamental de su ventaja competitiva.

Igualmente, las empresas que cuentan en sus consejos de administración con mujeres obtienen mejores datos en productividad, como comprueban de manera reiterada consultores de la talla de Catalyst o IESE, apuntando a este hecho como diferenciador de las empresas que entienden que la sociedad en la que se mueven y a la que sirven está compuesta no solo por hombres sino también por mujeres con la más alta cualificación y capacidades que tienen que aprovechar.

La evolución social necesaria para revertir los prejuicios fraguados durante siglos es una cuestión de tiempo, aunque todo indica que vamos avanzando en el buen camino sobre todo en Andalucía. Aquí tenemos claro que para conseguir esta transformación radical hay que ir más allá de lo obvio, más allá de poner guarderías y desarrollar los servicios de atención a la dependencia que es lo que se pone sobre la mesa cuando se habla de este tema. Sabemos que tenemos que remover los cimientos culturales y funcionales de la desigualdad en todos los ámbitos, que tenemos que cambiar unos y otras en la forma de pensar, de hacer y de distribuir responsabilidades. Eso es lo que tratamos de hacer y llevamos promoviendo de forma pionera y rigurosa a través de la evaluación del impacto de género del presupuesto público de la Junta de Andalucía.

La igualdad es un motor de nuestro desarrollo económico y, por lo tanto, saldremos mejor de esta crisis cambiando todo aquello que nos limita y aprovechando al máximo el conocimiento y la inteligencia de todos y todas, como ya se apuntaba en la Cumbre de Lisboa de la Unión Europea y eso lo conseguiremos a base de paciencia y perseverancia, sumando cuantos más esfuerzos, mejor.