Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
ANÁLISIS

Un nuevo equilibrio

Kirguistán no es uno de los países más conocidos del mundo y no suele centrar las discusiones internacionales. Pero sí habrá sido importante en la primera reunión entre Hillary Clinton y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov. A medida que los viejos enemigos de la guerra fría intentan redefinir sus relaciones, la pequeña república de Asia central se convierte en una de las claves del diálogo estratégico y multidimensional entre EE UU y Rusia.

DAVID MATHIESON
Actualizado:

Después de la caída del comunismo y el triunfo del capitalismo liberal hace 20 años, las diferencias entre ambos países se hicieron incluso más evidentes en la década de los 90. Bajo el mando de Boris Yeltsin, Rusia descendió a un caos económico y perdió casi toda su influencia entre el resto de las repúblicas de la antigua URSS, mientras se registraba un 'boom' económico en EE UU que consolidó su hegemonía mundial. Pero llegó Vladímir Putin para imponer un nuevo orden (o mejor dicho, un nuevo autoritarismo) y el elevado precio del crudo mejoró los ingresos del Estado ruso. Y en paralelo, EE UU tropezó: se estancaron sus misiones en Afganistán e Irak y ahora se encuentra en el ojo de un huracán económico sin precedentes que está dañando profundamente su autoestima.

En este contexto, Kirguistán ha asumido una nueva y simbólica importancia. La base militar estadounidense en la república ha constituido un centro literalmente vital de suministros para las tropas de EE UU en Afganistán. El mes pasado, Rusia suscribió un acuerdo con Kirguistán por el que ayudará al territorio con 2.000 millones de dólares (1.560 millones de euros) para que mejore su infraestructura. Dos horas después de firmar el pacto, Kirguistán ordenó a los militares estadounidenses que abandonen el país. Posteriormente Rusia ha ofrecido a EE UU otra base en su propio territorio, pero el mensaje de Moscú a Washington es más claro que el agua: sea Georgia o Kirguistán, ya controlamos nosotros lo que pasa en nuestro patio trasero.

En realidad, EE UU y Rusia tienen en estos momentos objetivos geopolíticos importantes en común: ninguno quiere que Irán tenga la capacidad de dotarse de armas nucleares, ni que se produzca una nueva insurgencia talibán en Afganistán (recuérdese la sangrienta guerra rusa en Chechenia). Los dos pueden trabajar juntos sin problemas mayores. Pero si lo hacen será sobre los cimientos de este nuevo equilibrio.