A los ingenuos que reciclan
Actualizado:Ala entrada de mi casa hay siete bolsas de plástico dispuestas en fila india que contienen residuos para depositar en el punto limpio móvil. Yo quisiera colocar en su lugar una reproducción de un guerrero Xian, pero entonces no cabrían las siete bolsas que aguardan que los contenedores ‘especializados’ lleguen a mi barrio.
Soy de esas ingenuas que cree que este planeta (esta especie, esta raza) aún tienen salvación. Luego una va al Pleno del Ayuntamiento de Cádiz, oye que el 90% del vidrio no se recicla porque se recoge en un camión inadecuado y se te queda la cara como cuando te comunican que los reyes son los padres... una verdad que sólo pudo asumir, sin llorar, Felipe de Borbón.
Venía una ya de otra amarga decepción: enterarse de que a la planta de Miramundo, en Medina Sidonia, iban a parar los residuos sólidos urbanos (basura convencional) y lo que usted y yo con tanta paciencia separamos en nuestra casa. Yo he calculado que de media pierdo 17 minutos al día en esta labor. Diecisiete minutos que podía emplear en otras tareas más gratificantes. A veces, incluso, gasto más, porque me quedo parada con un objeto de plástico, pensando si puede ir al contenedor amarillo, si debo antes quitarle el papel y poner éste en el azul o si tiene tejido y debo ponerlo en una de las siete bolsas. El desgaste mental y físico es brutal. Pero en Miramundo, al menos hasta hace unos meses, llegaban los camiones y vertían todo junto: el azul, el gris, el amarillo y el verde.
Una –que es de esas personas a la que le gusta compartir las malas noticias–, no tuvo mejor ocurrencia que comentar el hallazgo de la noticia con un vecino en el ascensor. Mi vecino –unos 75 años, pelo blanco, bigote bien recortado y con una botella en la mano y un fajo de periódicos en la otra– casi deja caer la carga al suelo. Abrió los ojos y me preguntó: «¿Pero usted está seguro de que eso es así?» Yo no tuve valor para decirle la verdad y mentí como una bellaca. «A mí me lo contaron en la peluquería, vaya usted a saber». Y así salve mi conciencia, que me preocupa más que el medioambiente.