Prestigiosa familia de guarnicioneros
Los Duarte es la saga más importante de este oficio artesanal que ha existido en Jerez
Actualizado:La familia Duarte siempre fue muy querida y admirada en nuestra ciudad, pues, desde que en el 1890 Miguel Duarte Pérez se estableciera en Jerez, cultivaron el noble y artístico oficio de la guarnicionería.
Ubicada en la calle Lancería 15, su tienda-taller era digna de admirar. Ya desde la misma puerta en la que, apenas se aproximaba la Feria de Jerez, se colgaban los trabajos recién hechos. Y no digamos en su interior, con vitrinas y estanterías repletas de zahones, mantas estriberas, zaleas de borrego por lo que el viandante o visitante de Jerez que pasaba por delante de la puerta de la tienda quedaba inmediatamente atraído por el agradable y limpio olor de los cueros curtidos y, después, impresionado con la explosión de color de los trabajos expuestos en su interior.
Aunque de antepasados arcenses, los Duarte son una familia netamente jerezana y, por lo tanto, apegada a nuestros gustos, fiestas y costumbres, de los que gozan de sus tradiciones debido al conocimiento que tienen, sobre todo de los que se celebran en torno al caballo. Como decíamos, el negocio comenzó a finales del siglo XIX, al establecerse el patriarca Miguel Duarte Pérez, en años en los que para abrir una taller había que ser un auténtico maestro, ya que la guarnicionería es un complejo y dificilísimo oficio del que, por la extensión y variedad de trabajos que abarca, no todo el mundo llega a obtener el grado de conocimientos que otorga la maestría. Tras su muerte cogió el testigo su hijo Francisco Duarte Gordillo, popularmente llamado Paco Duarte, quien en años de prosperidad y desarrollo económico continuó junto a su hermana Charo con la tradición artesanal.
Antes de tocar a un caballo se toca la guarnición. Bien para enjaezarlo o para ensillarlo, a un caballo se le trata, doma, ensilla o engancha a través de la guarnición, y ésta permanece con él y en él durante toda su vida. Toda ella sale de las manos del guarnicionero, que permanece en un tercer plano al servicio del caballo y del caballero, que no serían nada sin él: ni sacarlos ni meterlos, ni domarlos ni exhibirlos, nada se puede hacer a espaldas del maestro guarnicionero, que siempre está presto a reparar o a realizar desde las más simples pero imprescindibles cabezadas, hasta las difíciles e interminables piezas que conforman el diverso mundo de la guarnicionería.
¿Qué profesión más bonita y qué hermosos nombres y términos! ¿Qué riqueza de oficio al tener que trabajar con tan nobles materiales! El cuero, el cáñamo, el cerote, la lana, el algodón, el yute, la lona, la plata, el bronce, el hierro Hebillajes, cordelerías, complementos de costura y refuerzos. ¿Qué justificados todos ellos y que conexos!
Sin guarnicionería no se podría participar ni en ferias, ni en romerías, ni en concursos, ni acosos, ni en tientas, ni serían posibles muchos trabajos de campo y exhibiciones ecuestres.
Siglo XX
En la segunda mitad del siglo XX, cuando el caballo era imprescindible en el campo, a la familia Duarte le llovían los encargos. No era raro recibir diariamente la petición de media docena de cabezadas de doma, de presentación con cucardas, otras tantas a la vaquera, a la inglesa o de enganche Con la premura del encargo en la mente, pero con la templanza en las manos a fin de no atravesarse el pulpejo con la afilada terna, puntada a puntada de cáñamo y cerote, el guarnicionero iba dejando el bien curtido cuero salpicado de una igualada y fina costura cuyo homogéneo aprieto hacían las delicias de todas aquellas personas que con sensibilidad y gusto observaban los trabajos de guarnicionería, únicos no solo por la robustez de su confección, sino por sus características típicamente jerezanas conocidas en muchas partes del mundo.
Tales eran las sillas de montar que hacía Paco Duarte, muy apreciadas en el mundo del caballo: rejoneo, acoso, concursos ecuestres y para el trabajo en el campo de los ganaderos y mayorales con el toro bravo. Así como también las guarniciones para los coches de caballo, las que solía hacer a la calesera, a la inglesa, a la húngara, de pechera Adornos, borlajes y marimoñeros de tan vivos y bien combinados colores que tantas veces contemplamos colgados en la fachada y en el bastidor de la puerta de la calle Lancería, junto a collarones de cascabeles y cabezadas de antojeras, etc.
Así como otras artes y oficios tienen sus limitaciones, la guarnicionería es una profesión que, por la diversidad de trabajos que abarca, hace del maestro guarnicionero un hombre versátil, que igual tapiza que es capaz de hacer una chaqueta, que un bolso o unas botas, o reparar cualquier útil de cuero o prenda confeccionada en piel, circunstancia difícilmente encontrada en otras artesanías.
Debido a la amplitud de su campo, la guarnicionería es un oficio que nunca se llega a terminar de aprender. Ser maestro herrador o mayoral cochero requiere una tercera parte del tiempo que necesita invertir un maestro guarnicionero para llegar a dominar la profesión, la que pasados veinte años no ha acabado de conocer. Dándose la circunstancia que, además, ha de tener gran talento, memoria y buen gusto para recordar las medidas de cada pieza, dobleces, refuerzos, pliegues, contrafuertes, etc. Porque para el caballo, al ser bilateral, hay que fabricar una pieza para la derecha y otra para la izquierda. Y, como decíamos, buen gusto para saber combinar los colores, la elección del hebillaje, etc. Características éstas que coincidían en la persona de Paco Duarte Gordillo. No en vano, la guarnicionería de Duarte fue nombrada por su majestad el Rey Alfonso XIII proveedora de la Casa Real y, todo ello, debido a los méritos contraídos en cumplimiento de los trabajos realizados, según documento que obra en poder de la familia Duarte, firmado por Su Majestad el 10 de febrero de 1925.
Familias ganaderas
Durante todo este tiempo han sido muchas las familias ganaderas jerezanas y andaluzas a las que Paco Duarte les ha realizado trabajos de guarnicionería para sus cuadras. De hecho, los Domecq López de Carrizosa aún conservan en su guadarnés monturas salidas de las manos del fundador de la saga, Miguel Duarte Pérez, hace más de un siglo. Existiendo también en el de la Real Escuela guarniciones de Duarte, las que su propietario Pedro Domecq de la Piva vendiera a la Escuela y que, según el célebre cochero Pepe Mata, proceden en su mayoría de Duarte.
Pero no solamente en Jerez sabemos que son muchos los propietarios de cuadras y ganaderías que ensillan y enjaezan sus caballos con material procedente de Duarte. Y no sólo en Andalucía y casi toda España, sino que existen países de América Latina en los que Duarte exportó monturas y cabezadas tanto para particulares como para ganaderos y hasta para presidentes de diversos países, como se constata el de la República Dominicana, cuyo agradecimiento obra en poder de la familia por haber cumplimentado el pedido de una montura vaquera que en su día fue fabricada y enviada desde Jerez a la isla caribeña. O aquella otra que, salida del taller de Duarte, Jerez regalara a la Infanta Elena junto con una cabezada totalmente hecha a mano por Duarte.
Entre talabarteros, guarnicioneros y marroquineros existían en Jerez más de 12 talleres de artesanos del cuero, como eran: Prieto, que tenía su taller en el Rastro; los Marchal, que estaban en la calle Caballeros; los Romero, en la calle San Pablo; Reyes en la de Santa María; Núñez en la de San Agustín y Duarte en la Lancería. Todos ellos con varios empleados entre oficiales y aprendices, como fue el caso único de los Marchal, en cuyo taller trabajaban el padre con sus seis hijos, todos guarnicioneros, cada uno especializado en una labor. No olvidemos que, por aquellos tiempos, eran muchos los labradores y ganaderos que demandaban este oficio en sus fincas, habiendo algunos que tenían talabarteros y guarnicioneros fijos durante todo el año. Tales eran los Pérez-Luna, los Domecq, los Bohórquez, los García-Romero, los Romero-Benítez, etc. Oficio que, tras la mecanización del campo, se ha ido perdiendo, pero que en tiempo de recolección había todo un ejército de estos artesanos del cuero trabajando en las fincas y cortijos de Jerez y el resto de la provincia.
Caballo de Oro
Paco Duarte estuvo nominado varias veces como merecedor del premio Caballo de Oro, pero el jurado calificador nunca se acordó de él, olvidándose de la guarnicionería, restando con su actitud la importancia que tiene tan magno y noble oficio, falleciendo sin obtener el merecido galardón, el que tan justamente más tarde se le debería haber concedido a su hermana Charo, continuadora de la saga y tradición familiar y que también falleciera sin ver reconocida por Jerez la labor de sus antepasados.
Paco Duarte tuvo dos hijos, Antonio y María de los Ángeles Duarte Romero. El primero ingeniero técnico, casado con Rosa María Bastos y la segunda casada con el industrial Ramón Anguita.
Ésta es la historia de una distinguida familia jerezana, que dejó grabada en oro para la historia de la ciudad su tradición artesana.
Paco Duarte falleció cristianamente el 4 de febrero de 1993.