EL JEME

Mohamed el de Movistar

Mis alumnos se ríen cuando les digo que tras la reforma de 2005, es más fácil divorciarse que cambiar de operador de móvil. Pero no bromeo, quien se case hoy puede presentar demanda de divorcio en 90 días y, si es de mutuo acuerdo, con un buen juzgado, estará divorciado en otros tantos. Obviamente no me estoy refiriendo a un matrimonio que haya durado varios años, tenga hijos y unos bienes gananciales que liquidar. Para este caso, la comparación oportuna sería con el intento de resolver un contrato con un operador al que nos hubiéramos vinculado previamente por un año o más.

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A ello hay que añadir que la vida marital suele ser mucho más llevadera que la convivencia contractual con la operadora, pues con el tiempo, cada compañía ha ido perfeccionando su peculiar manera de torturar a sus clientes. Así por ejemplo, Movistar ha optado por el tormento lingüístico, de modo que si usted quiere darse de alta le atenderá una perfecta castellanohablante de, por lo menos, Valladolid, si por el contrario desea aclaraciones sobre su factura, le redireccionarán hacia un acento sudamericano del Altiplano, o sea un poco cerrado, y si ha tenido la absurda idea de intentar darse de baja, del tirón le pasan con Javier Hernández, natural de Tánger, al que cuando acaba su jornada laboral todo el que lo conoce lo llama por su verdadero nombre, o sea Mohamed.

Cuando comienza la conversación, Javier Mohamed que ya sabe que usted quiere darse de baja, le suelta un espiche en arabñol sobre la última oferta de Movistar, esto se le suele entender bien, pero cuando se le corta y se le pide que tramite la baja, Javier Mohamed se transforma y no hay quien comprenda su cerrado acento rifeño, si además usted comete el atrevimiento de pedir que le pasen con alguien que hable correctamente castellano, Javier Mohamed, se altera y al tiempo que le explica que están «gestionando la baja», empieza a darle las gracias en cada frase que le dice, unas gracias que suenan a «me cago en sus castas».

Tras 35 minutos al teléfono usted cree que lo ha dejado todo claro: ¿inocente! Al siguiente mes le vienen tres facturas; la de la parte del mes correspondiente al contrato antiguo, la del periodo del mes referida al contrato nuevo y la del móvil que usted creía que había dado de baja, que ahora -magia potagia- tiene un contrato independiente con un consumo mínimo que triplica el que tenía cuando estaba incluido en el módulo familiar.

Por su parte, Ono se ha especializado en la tortura tipo gota malaya, por lo que si va a llamarles es conveniente tener ya debajo de la lengua la pastilla de la tensión, porque antes de que consiga hablar con quien realmente tiene que atenderle, tres operadores le habrán pedido todos sus datos y los de tres generaciones anteriores, como además le cobran la llamada, cuando por fin se pone el técnico, toca serie de hiperventilaciones. Lo de Ono, además, tiene un puntito de perversión, ya que cuanto más chunga es la avería, más tardan en arreglarla y más costosa resulta la llamada.

En fin, que la forma más fácil de darse de baja, va a consistir en divorciarse y en la liquidación de los gananciales, adjudicarle los contratos telefónicos al ex cónyuge.