Sistema de limpieza étnica
Las razones de la torturada historia de Sudán remiten a su vasta extensión y su posición intermedia entre las grandes regiones africanas. En su territorio de 2,5 millones de kilómetros confluyen el área de influencia árabe y los límites septentrionales de la presencia negra, la cultura agrícola y la nómada pastoril, el desierto, la sabana y la selva, incluso la frontera entre las grandes religiones monoteístas, la musulmana y la cristiana. En suma, se trata de un país débilmente estructurado con un régimen de tinte nacionalista e islamista que abogó, a partir de los años noventa, por una dirección férreamente centralizada y el apoyo de las etnias más concordes con su discurso excluyente.
Actualizado:La repercusión obtenida por el conflicto de Darfur ha empalidecido la tragedia de las provincias meridionales, sometidas a una larga contienda militar extendida entre 1955 y 1972 y posteriormente reanudada desde 1983 hasta 2005. Dos años antes del hipotético fin de este genocidio, saldado con dos millones de víctimas, estalló la crisis de las regiones orientales. En el germen de esta guerra interétnica subyace una pugna por el control en la explotación de las tierras entre pobladores ganaderos y agrícolas, agravada por la escasez de los recursos naturales y la sequía del Sahel. Existe la convicción de que el Gobierno hizo causa común con las tribus abbala, de raíz árabe y dedicación ganadera, contra sus enemigos no baggara, los pueblos fur, zaghawa y masalit, también musulmanes, pero de piel negra, costumbres seminómadas o sedentarias, y tradición agrícola.
A lo largo de esta década, la destrucción sistemática y el ejercicio de la violencia masiva han provocado un genocidio denunciado por las grandes ONG de derechos humanos. Se calcula que, como resultado de esta presión, 400.000 personas perdieron la vida, la mayoría por inanición, y otros dos millones han debido abandonar su hogar y se encuentran en campamentos internos para desplazados o en el vecino Chad. La puesta en marcha de la maquinaria judicial pronto determinó la implicación y connivencia de milicianos y soldados y dio nombres a los ejecutores, en último término, de esta limpieza étnica. Falta saber si el pulso entre La Haya y Jartum va más allá de una declaración de intenciones.