Plato con queso
No hace falta ver el vídeo colgado en Ondateo para confirmar que la oferta gastronómica que más impacta al visitante es la que asoma por las rejas de las ventanas de los bajos gaditanos donde, cuando todos los gatos son pardos, como cantaban Los Trasnochadores, hay siempre uno vendiendo bocadillos de chopped y latas de cerveza en un bidón de basura. Frente a las vallas de los impulsos, frente a la señalética municipal -ya saben, hay baños en varios idiomas- la genuinamente gaditana, la que se escribe con rotulador y faltas de ortografía en media cartulina, llega con más eficacia al corazón y al estómago del visitante, que se va con la sensación de que aquí somos unos ignorantes -y unos puercos y unos sinvergüenzas, para que vamos a engañarnos-. Los carteles de «la tortilla no es congelá»» en una casapuerta indican que dentro hay quien te vende sin el más mínimo atisbo de calidad -ni de cantidad, tampoco- lo que sea, sin más garantía que la propia de la picaresca gaditana. Que un «plato con queso» cueste dos euros en un garaje no puede significar otra cosa más que quien lo vende ha hecho acopio del queso más malo que había en el supermercado y pretende darle coba al que pique.
Actualizado:No sé quién debería controlar, si es que se controla, la venta ambulante no legal durante las fiestas.
Pero lo cierto es que la imagen de una ciudad que vende lotes con una botella de whisky y cuatro vasos en la ventana de su salita a jóvenes menores de edad sin el más mínimo sonrojo no es la que más nos beneficia. O sí. Que luego nos hacen un Callejeros y tenemos publicidad gratuita.