Paro sin freno
El incremento del número de parados en febrero en 154.058 personas y el recorte, en paralelo, de casi 75.000 afiliaciones a la Seguridad Social revelan de nuevo una realidad tan desoladora sobre el deterioro del empleo que hace difícilmente comprensibles algunos de los pronósticos efectuados por el presidente Rodríguez Zapatero y otros miembros del Gobierno sobre la evolución del mercado laboral. El hecho de que la cifra de desempleados se haya reducido con respecto al repunte histórico de casi 200.000 registrado en el mes anterior no puede constituirse en motivo suficiente para relativizar la gravedad que ha adquirido la destrucción de puestos de trabajo, ni tampoco para alentar expectativas cuyo cumplimiento, una vez más, está lejos de poder verificarse con realismo en estos momentos. Constatar a modo de imposible consuelo que el paro ha aumentado en menor medida que en enero o plantear que el desgaste en el sector de la construcción puede estar tocando fondo, como hicieron ayer Rodríguez Zapatero y el ministro Corbacho, no permite esquivar que el desempleo afecta ya a 3,5 millones de trabajadores, parte de los cuales se enfrentan al desosiego de haber consumido o estar a punto de hacerlo el subsidio del paro sin visos de poder reintegrarse en breve en el mercado laboral. Y cuando algunas previsiones, como las formuladas ayer por el BBVA, apuntan a unos niveles de paro del 20% para 2010.
Actualizado: GuardarEl intento de suavizar el impacto de unas estadísticas tan negativas no sólo corre el riesgo de situar ante expectativas que, de no verse confirmadas, reforzarán la desconfianza que está lastrando los remedios frente a la crisis. También subraya implícitamente las dificultades con que se está encontrando el Gobierno para imponer los efectos de las medidas adoptadas en los últimos meses a fin de estimular el empleo a la destrucción sostenida del mismo. Escollos que tienen que ver con las insólitas características de la depresión global, pero también con la incapacidad del Ejecutivo para anticiparse a las previsiones más agoreras que han acabado por consumarse. El rechazo de los sindicatos a afrontar en la mesa del diálogo social la reforma del mercado del trabajo preconizada por la patronal, cuya propuesta para abaratar el despido fue avalada ayer por la OCDE, y los nuevos desequilibrios que ésta podría suscitar cuando la crisis se está cebando ya en el empleo, haciéndolo además aún más precario, están llevando al Gobierno a sortear un debate que no debería postergarse en aquellos aspectos en los que pueda ser posible avanzar hacia cambios estructurales. Cambios que se están viendo obstaculizados por la propia lentitud en aplicar algunas medidas como el impulso a las contrataciones a tiempo parcial que se aprobará este viernes, el cual implica un viraje en el modo de concebir el trabajo y su remuneración que se hace mucho más costoso con la recesión presionando a todos los sectores de la economía.