Escudo contra bomba
Lo más relevante de la revelación en 'The New York Times' de la carta que ha dirigido el presidente Obama a Moscú, con Irán en el centro del juego, es que se haya producido. Es decir, que el filtrador del texto, descrito como una «oferta secreta», haya tenido luz verde para hacer lo que ha hecho. No es infrecuente esta política de fugas informativas, pero no está claro qué gana Washington con el recurso a este procedimiento. El contenido, por lo demás, confirma los pronósticos: que Obama pediría la cooperación del Gobierno ruso para su anunciado diálogo con Teherán y cancelaría el escudo antimisiles si su interlocutor ayuda decisivamente a detener el plan nuclear iraní.
Actualizado:El presidente de Estados Unidos había sugerido que estaba procediendo a revisar el despliegue en Europa oriental -es decir, junto a la frontera rusa- del llamado escudo, una creación de George W. Bush destinada a librar a los europeos de una presunta amenaza de cohetes iraníes que, en realidad, tendrían otro destino; y, eventualmente, uno concreto, Israel, si este país ataca objetivos vinculados al programa atómico de Irán. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, sostuvo ayer que la carta de Obama no debe vincularse a la cuestión iraní y que no aprecia la suerte de intercambio de cromos que parece sugerir su contenido.
Al Gobierno de Moscú, en cualquier caso, no le costará mucho prestar la ayuda requerida porque tampoco quiere a un vecino como Irán dotado de armas nucleares, aunque rechaza las medidas de coerción radical que algunos proponen en Occidente. De hecho, los rusos figuran en el grupo que encabeza la presión sobre Teherán junto a EE UU, Reino Unido, Francia, Alemania y China.
Lo seguro es que Obama se dispone a hablar con las autoridades iraníes, como prometió en su campaña y confirmó por vía indirecta en su discurso de asunción del cargo. En junio se celebrarán en el país islámico elecciones presidenciales y no es imposible que Mahmud Ahmadineyad las pierda, lo que casi obliga a esperar al resultado antes de adoptar pasos firmes y públicos.
El viernes se reúnen en Ginebra Hillary Clinton y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, en lo que supondrá su primer encuentro oficial. Lo que se diga en esa cita sí constituiría un mensaje relevante, aunque cabe temer que deberemos contentarnos con las rituales vaguedades de rigor.