Esa puerta
Está entrando mucho frío en el mercado laboral y no hay mantas para todos los parados: ¿Quién se dejó la puerta abierta? Ya hablaba Quevedo en su Genealogía de modorros de este gremio: «Declárese por necio de pernil al que, entrando por una puerta que halló cerrada, la deja abierta». Muchos avariciosos obtusos, dedicados a la noble función política, tienen la culpa de que se esté hablando de congelaciones. Para corregir tanto despropósito, el ministro de Trabajo, ya que no está a su alcance bajar el salario máximo de los consejeros elegidos a dedo, ha insinuado que se podrá congelar el sueldo de los funcionarios que ganen más de 30.000 euros al año. Total, no son más que un millón los agraciados.
Actualizado:Podrán presumir de solidaridad obligatoria, en un momento en el que se han disparado un 60 por ciento los aplazamientos de las deudas tributarias, la Banca niega créditos incluso antes de que se le soliciten y los obispos, con gran intuición de futuro, piden «recuperar el ayuno en la Cuaresma». El dinero ha sido declarado prófugo. Quienes lo tienen no lo gastan y quienes carecen de él no lo pueden gastar. Que nadie diga que no hemos encontrado la mejor fórmula de homogenización social.
Todo hace sospechar que por la puerta abierta se han escapado también algunos de los cuatro caballos que montan los jinetes del Apocalipsis, pero de momento lo que más nos importa es domar el paro, que es nuestro caballo de batalla. El animoso ministro de Trabajo sitúa el final de la crisis en diciembre de este año. Ojalá el señor Corbacho sepa más de economía que todos los banqueros juntos. Sería cuestión de resistir y esperar la fecha de caducidad de la crisis. Resistir no es vencer, pero no deja de ser una forma de no darse por derrotado.