Obama se enfrenta a la desigualdad
Los presupuestos elaborados por los demócratas gravan a los ricos para destinar ese dinero a la Educación y a la Sanidad
Actualizado:Barack Obama se ha propuesto ser claro a la hora de explicar en qué serán empleados los nuevos impuestos que ha establecido para los ricos: financiar los programas de corte social que prometió durante su campaña electoral. Con esta maniobra, el presidente de EE UU busca desviar las críticas a que su proyecto político se fundamenta en el retorno a una era de «más gobierno», el socorrido recurso al que acuden siempre los republicanos cuando quieren desprestigiar el aumento del gasto público en el que suelen incurrir las Administraciones demócratas.
Tras el anuncio del plan presupuestario el pasado jueves, con un déficit record que alcanzará el 12,3% del Producto Interior Bruto en 2009, sus oponentes no tardaron en advertir de que la nación iba abocada al desastre, aunque quizá no tanto por el endeudamiento -Bush no fue precisamente un presidente ahorrador-. Su tesis es que las nuevas cuentas significan un cambio radical en las prioridades gubernamentales. En palabras del veterano periodista del 'New York Times' David Sanger, «lo que Barack Obama acaba de proponer no es nada menos que el intento de enterrar de una vez tres décadas de política económica dominadas por las ideas conservadoras de Ronald Reagan y el resto de sus seguidores».
Regreso al pasado
El nuevo activismo expuesto por la Casa Blanca, apuntan varios expertos, es un regreso a la filosofía de aumentar a la vez los impuestos y el gasto público, al mejor estilo de Lyndon Johnson. Sucesor del asesinado John F. Kennedy en 1963, a aquel gobernante demócrata se lo considera el gran artífice de la legislación más progresista del gigante estadounidense, sobre todo por su batería de medidas sociales y porque bajo su mandato la población afroamericana se igualó en derechos a los blancos. Su proyecto 'Great Sociaty' es lo más cercano al modelo de estado de bienestar que ha tenido nunca EE UU. El 'Medicaid' y el 'Medicare', los programas gratuitos de salud y atención a los mayores, aún limitados en su alcance, son un logro de su administración cuya reforma ha sido una promesa recurrente de casi cada gabinete demócrata.
Los analistas que han tenido la paciencia de estudiar a fondo las tablas estadísticas y comparar las partidas con presupuestos anteriores no dudan en calificar el plan de Obama como el más radical de los últimos cuarenta años. El incremento de los impuestos a los contribuyentes que ganan más de 157.000 euros anuales será mucho más acentuado que las subidas que hizo Bill Clinton. La clase media y los pobres, por el contrario, verán cómo sus pagos a Hacienda se reducen por debajo de los porcentajes que desembolsaban con Clinton e incluso con George Bush. Todo esto sin perder de vista los grandes objetivos del cambio: verter más dinero público en Sanidad y Educación.
Las nuevas propuestas buscan revertir el rápido incremento de las desigualdades sociales en las últimas tres décadas. El primer paso es redefinir el papel de los impuestos; a largo plazo, tratando de resolver algunas de las grandes causas del retroceso de la clase media, incapaz de costearse los gastos de una Sanidad en la que prevalece el concepto del negocio privado por encima de la idea de servicio público y las dificultades para mantener las conquistas en Educación.
Transformar estructuras
Durante sus primeras cinco semanas en la Casa Blanca, Obama hizo un trabajo de 'bombero' para responder a la crisis. Los paquetes de rescate a los bancos, el plan de estímulo económico y su ambicioso plan de vivienda forman parte de las medidas de urgencia para apuntalar la economía.
Aunque los fondos para financiar todas estas iniciativas se van a comer buena parte de las cuentas, no todo el presupuesto es un plan para salir de la crisis sino un conjunto de medidas destinadas a transformar algunas de las más importantes estructuras del Estado. Ése, al menos, fue el mensaje que machacó una y otra vez durante la campaña, ese «cambio» que empieza a vislumbrarse entre los farragosos datos de su plan presupuestario.