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SANGUINARIOS. Los cuerpos de dos hombres, con signos de haber sido torturados, yacen abandonados en una cuneta de los alrededores de Culiacán. / REUTERS
MUNDO

Guerra por el 'narcoestado' mexicano

Las organizaciones criminales pugnan por un negocio que el Gobierno de Calderón intenta combatir con un despliegue de 40.000 uniformados

MILAGROS L. DE GUEREÑO
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Pese a los intentos del Gobierno de Felipe Calderón de contener la violencia en México, los muertos a causa de ajustes de cuentas o enfrentamientos del crimen organizado entre sí o con las fuerzas armadas mexicanas se acercan a los mil en lo que va de año en un país que algunos analistas definen como «narcoestado». Las víctimas son tantas -5.500 en 2008- que han dejado de ser noticia de primera página. Sin embargo, el presidente insiste, empecinado, en su batalla para derrotar a los carteles de la droga. Su problema -y quizá su ventaja- es que se enfrenta a organizaciones cambiantes que, al mejor estilo de la mafia, lo mismo se alían hoy que mañana se matan por el control del territorio.

Desde 2007 se vive un ciclo de ruptura, tras dos años de pacto de paz, que se traduce en enfrentamientos y asesinatos tan sanguinarios que ponen los pelos de punta. Para el Gobierno, es el fruto de la presión militar, que se va a «reforzar», informó el secretario de Gobernación (ministro de Interior), Fernando Gómez Mont, al término de la Cumbre de Seguridad Nacional del miércoles en Juárez.

La decisión implica incrementar la presencia de la autoridad militar, policial, federal, estatal y municipal en el país, y especialmente en las zonas donde los narcos sientan sus reales. «No sólo pretenden controlar una ruta de distribución, sino amplios espacios geográficos donde garantizar el consumo», precisó Gómez Mont, que no detalló cuántos uniformados se sumarán a los cerca de 40.000 que ha desplegado Calderón desde que en 2006 asumió el mandato.

El asunto radica en definir cuáles son esos lugares. Mientras que para la Procuraduría General de la República (PGR) y algunos expertos, el narcotráfico se extiende por todo el país, incluido el estado de México y la capital, la canciller Patricia Espinosa circunscribió su presencia a cuatro ciudades fronterizas: Ciudad Juárez y Chihuahua, capital del estado homónimo, Tijuana (Baja California) y Culiacán, capital de Sinaloa. A juzgar por dónde aparecen los decapitados, desintegrados, rematados, descuartizados, secuestrados y torturados, la PGR se acerca más a la realidad que la ministra. Pese a la vigilancia, no se libran ni los balnearios de fama internacional, fuertemente custodiados, como Acapulco, Cancún o Cozumel. Entre los muertos aumentan los policías, sus familias, comandantes del Ejército y funcionarios. Un mensaje para el presidente de que el 'narco' no va a ceder.

No existe consenso sobre por qué se recrudeció la violencia. Para Espinosa, la agitación del avispero 'narco' se debe a «la pugna entre las organizaciones criminales por un negocio que el Gobierno hace crecientemente difícil y tiene expresiones cada vez más violentas». En cambio, hay acuerdo en que la «impunidad» y la «corrupción» han sido factores determinantes para el despegue de los grandes carteles de la droga en el país azteca.

Al amparo de EE UU

El negocio no es nuevo. Se inició a comienzos del siglo XX, al amparo de la ley seca estadounidense y creció junto a las leyes que prohibieron el consumo de alcohol en EE UU. Entre 1920 y 1960 se mantuvo como un negocio ilegal pequeño en torno al cultivo de la marihuana y la amapola. En los setenta, el panorama cambió después de que un operativo militar cerrara el tránsito de la cocaína colombiana por el Caribe y La Florida.

Mónica Serrano, profesora del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, explica que en los años ochenta «el 60% del estupefaciente colombiano destinado al consumo en Estados Unidos se transportaba por México», con más de 3.000 kilómetros de frontera con el todavía principal cliente del alcaloide. Otros expertos sostienen que «los mexicanos son los líderes de la exportación de drogas en América Latina», aunque la compran en Colombia.

En el siglo pasado, el estraperlo no era raro en la frontera mexicana. Hoy tampoco, pero se trafica con personas y drogas. A mayor volumen se necesitan mayores infraestructuras, transportes, chóferes, estibadores que se ampliaron con los Tratados de Libre Comercio (TLC). Un contenedor de cualquier producto, ya fueran telas o plátanos, era una pieza codiciada para camuflar la droga. Los capos necesitan contables, secretarias, abogados y personal cualificado, como técnicos de laboratorio que preparen las drogas de síntesis y metanfetaminas, que no faltan porque el crimen paga bien, mientras dura. También guardaespaldas y sicarios para protección. Y prostíbulos, casinos y hoteles para alojar y entretener al personal.

La mano de obra barata y la vista gorda de las autoridades fueron el caldo de cultivo de la impunidad. Además, el fortalecimiento de los grupos 'narcos' coincidió con el desmantelamiento de los carteles colombianos de Cali y Medellín. La consecuencia fue el aumento de la corrupción y la violencia.

Jorge Chabat, escritor y experto del Centro de Investigaciones y Docencia Económica de México, apunta dos factores fundamentales en la persistencia de la violencia: un mediador en el mundo el narco -papel atribuido a Amado Carrillo Fuentes, jefe del cartel de Juárez, conocido como el 'Señor de los Cielos'- y la tolerancia de los gobiernos del Partido de la Revolución Institucional (PRI), que aceptaban la acción de los 'narcos' en base a reglas implícitas. La connivencia del PRI, que gobernó ininterrumpidamente más de 70 años hasta el triunfo de Vicente Fox en 2002, permitió que la 'narcocorrupción' penetrara hasta los estamentos encargados de combatirla.

Poder paralelo

Calderón abrió la caja de Pandora al declarar la guerra al 'narco'. Importantes funcionarios públicos han caído por sus vínculos con los traficantes. El mandatario reiteró que «estamos librando una lucha sin cuartel para hacer de México un país seguro, un país donde se cumpla la ley y se haga cumplir por los gobiernos».

Hoy por hoy, parece una meta difícil de cumplir. El narcotráfico se ha constituido en un poder paralelo. Cuenta con estructura, recursos millonarios, armas sofisticadas y gente dispuesta a matar y morir en las calles por un puñado de dólares. Hace años aportaban dinero a campañas de políticos presumiblemente cercanos. Hoy colocan sus propios candidatos locales. La imagen del México bronco y de las pistolas se impone a las idílicas campañas turísticas.