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Loc comicios gallegos miden el desgaste de Zapatero por la crisis económica

Los votantes deciden si la etapa socialista es sólo un paréntesis o el inicio del cambio tras la era Fraga

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No es tan sólo si el mandato de Emilio Pérez Touriño se convierte en un pequeño paréntesis de cuatro años, tras lustros de hegemonía del PP, lo que más de 2,6 millones de gallegos con derecho a voto deciden hoy. A Galicia le ha tocado ser termómetro de la política nacional. Sus elecciones servirán para dilucidar la factura que la crisis económica ha pasado a Zapatero apenas un año después de que ganara las elecciones generales con un resultado que en esta tierra nunca conoció su antecesor, Felipe González.

Lo paradójico del caso es que hace apenas un mes, en la sede general del PSOE aseguraban que su campaña tendría un tinte exclusivamente autonómico, con poca participación de dirigentes nacionales y mensajes muy locales. A su juicio, era Rajoy -quien sí diseñó desde el principio una estrategia arriesgada de cruzada personal- quien se jugaba algo, su precaria estabilidad interna.

Sin embargo, los socialistas vieron pronto las orejas al lobo. A pesar de que aún confían en que el bipartito arañe un escaño al PP en Orense y otro en Lugo (lo que dejaría a Alberto Núñez Feijóo con 35, a tres de la mayoría absoluta) la enorme bolsa de indecisos no ha mermado gran cosa en los últimos quince días. «Y la abstención es siempre nuestra», afirmaba el viernes una de las personas más cercanas a Zapatero.

Así, mientras el presidente popular se transmutaba en líder local y olvidaba sus problemas en Madrid, el vicesecretario general del PSOE, el lucense José Blanco, tuvo que anular su presencia en el País Vasco para dedicarse en cuerpo y alma a estos comicios. Suyas han sido todas las referencias de la campaña a la política nacional y a los escándalos de espionaje y corrupción que salpican al PP.

Las elecciones que pueden alumbrar un cambio histórico son las vascas. Pero fueron las gallegas las que Zapatero decidió cerrar, a decir de Ferraz, porque se lo pidió Touriño. Sería un duro golpe que, con una oposición en pleno derrumbe interno, el PSOE perdiera los primeros comicios de esta legislatura. La cuestión es que el propio presidente del Gobierno ató el resultado a su crédito personal al afirmar que «votar a Emilio Pérez Touriño es votar a Zapatero».

Los socialistas han admitido implícitamente errores de estrategia. Conceder que era necesario un refuerzo nacional -por Galicia han acabado pasando casi todos los ministros salvo, como es obvio en tiempos de crisis, los económicos y el defenestrado Mariano Fernández Bermejo- fue sólo uno de ellos. Otro fueron esos carteles electorales en los que Feijóo aparece como el muñeco de un ventrílocuo que es Manuel Fraga. Blanco asegura que, en Galicia, no hay miedo al PP. Touriño también se ha lamentado de no haber sabido hacer frente a la agresiva campaña de los populares, ha entonado el 'mea culpa' por hacer demasiada «política ilustrada y poca rúa» y ha hecho lo posible por marcar distancias de su socio del BNG, Anxo Quintana. De lo que asegura no arrepentirse es de no haber adelantado las elecciones a octubre, como pretendió el vicesecretario general del PSOE.

La dura ofensiva popular, con acusaciones de corrupción y despilfarro por parte de la Xunta, quizá haya servido a la postre a la causa socialista. El «maricón» que el último cacique del PP, José Luis Baltar, dedicó al consejero de Medio Ambiente en pleno mitin puso los pelos de punta al candidato de su partido y sirvió de revulsivo a los indecisos de izquierdas.