La tormenta perfecta
Eva Yerbabuena se encuentra consigo misma y arrastra con ella una de sus creaciones más personales en la que la 'Lluvia' se convirtió en algo más
Actualizado:La cita era esperada. Después de todo un año, la decimotercera edición del Festival de Jerez abre sus puertas para recibir a la afición que anhelaba otra nueva entrega de arte y flamenco en todos los sentidos. La puerta que se nos brindó para disfrutar del primer espectáculo en la noche de ayer fue la del Teatro Villamarta, que abrió la puerta grande para la artista que quiso que la ciudad viviera su experiencia vital como ella sabe hacerlo. Y es que, a pesar de que las expectativas eran altas, la realidad superó a ésta. La tristeza del espectáculo no se correspondía con la magnificiencia del argumento de esta obra que lleva por título Lluvia.
La imagen de salida con el portón de lo que podíamos entender como una casapuerta de antaño, recibió a una Eva que se dejó caer por la escueta rampa que conduce al público a sus butacas para concederle el honor de abrirla, donde la esperaban los transeúntes inmóviles en una tarde gris. Desnuda en los pies, la sobriedad bien intencionada dio paso al taranto en la voz de Enrique El Extremeño.Yerbabuena rompía el silencio sepulcral del escenario con sus quejumbrosos movimientos, dolientes, en un encuentro con la plasticidad solitaria de su baile. Y para toda la obra la escena plástica se repitió en cadencias melancólicas alumbradas con lúgubres efectos luminosos que aportaban aún más tristeza y melancolía.
Una tímida milonga creó un ambiente envolvente en la que dió juego una mesa en un paso a dos con bailaor que la acechaba y alejaba en forma de desamor.
Resulta destacado que la obra se ha completado con momentos en los que no intervenía la música flamenca, sino que se producían transiciones, que dando misterio al estreno, cubrían los peldaños del camino que llenaban el escenario. Los tanguillos con letras de antaño y de sobra conocidas recordando a Tío José El Granaíno dieron gusto y alegría además de proponer interludios entre cada baile y qué mejor forma de dar paso a las alegrías que manteniendo la atención con efectos carnavalescos para recibir el baile sutil, con derivados de contoneos de personalidad crecida en el cuerpo de Eva y reminiscencias a bulerías gaditanas para dejarse caer. Si en la soleá la reina fue Fernanda de Utrera, en el baile el nombre en mayúsculas es el de Eva la Yerbabuena. Con matices claramente diferentes a su modus operandi en este baile, se ha superado a sí misma y ha creado una soleá oscura, con esencia y un desarrollo en su estructura que la dota de un modelo que se aleja de sus anteriores trabajos. Y es aquí donde se encuentra. Un torbellino de arte, en compás de amalgama, con movimientos plásticos; Eva entra en trance y se deja llevar por el momento, solidificando su cuerpo y su mente con la soledad más absoluta.
Un suma y sigue de sorpresas en esta obra en la que Eva ha elegido Jerez para este estreno absoluto. Miguel Poveda se arrancó con copla; que tanto le gusta, y se enfrentó a la artista principal entregándole un mantón rosa en donde pudimos apreciar que fue este escueto trozo de tela el que dirigió a la bailaora mientras el catalán se dirigía a ella expresándole que se les «rompió el amor de tanto usarlo».
La granadina ha creado una historia en la que se encuentra a sí misma y refleja una etapa oscura por la que se pasa y que le ha dado motivos para una creación que va a dar que hablar. Un encuentro interior donde se busca y no siempre se encuentra.
Un pistoletazo de salida que se coloca en lo más alto del escalafón y deja paso al estreno de otra obra en la que Jerez está plenamente representada y homenajea a una de sus grandes.